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Irma Vila, la limnóloga de Chile

Autor
Cristina Dorador
Cristina Dorador
Categoría
Artículo
etilmercurie
Fecha de Publicación
2021/02/11
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Irma Vila, la limnóloga de Chile

Hay personas que nacen investigando.
Cuando los primeros pasos son entre las rocas y el agua cristalina de la mañana, las preguntas afloran como pensamientos de niña: nítidos, claros, profundos y coloridos.
Irma era una niña inquieta: conocía de peces, de esponjas, de algas, de caracoles, de aves, del viento y del sol. En Antofagasta no hay límites, hay inmensidades: el desierto y el mar. Y esos Universos formaron a la joven científica Irma Vila Pinto.
Irma desarrolló sus estudios primarios y secundarios en Antofagasta, en el ahora Instituto Santa María. Posteriormente, se trasladó a Santiago para estudiar pedagogía en química y biología en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile. En el Pedagógico desarrolló sus primeras investigaciones, guiada por el profesor Nibaldo Bahamonde, Premio Nacional de Ciencias, gran conocedor de la biodiversidad acuática y formador de los primeros biólogos marinos de Chile.
Irma Vila Pinto trabajando en el laboratorio a comienzos de su carrera.
La tesis de Irma Vila para obtener el título de profesora de biología y química lleva por nombre “Contribución al estudio de la biología de Stratiodrilus platensis (Histriobdellidae) en Chile”. El Stratiodrilus es un anélido epibionte que vive dentro de la pancora (Aegla laevis), un crustáceo que habita los ríos de la zona central. Y para estudiar esos escurridizos compañeros, tuvo que analizar meticulosamente decenas de ejemplares de pancora.
La radio tocaba el Concierto de violín en Re Mayor de Tchaikovsky mientras la joven Irma, meticulosamente, buscaba el Stratiodrilus escondido en los crustáceos. Ningún organismo sobrevive en aislamiento: la vida convive en interacciones, en compañía. Y así, observando por aquí, por allá, dándose el ánimo de revisar una pancora más, y otra, y otra —aunque ya era muy tarde—, Irma por fin los encontró. Y los violines sonaron fuerte y la felicidad del último movimiento fue como el empuje que siente una niña que descubre algo nuevo, algo que nunca nadie había visto antes. La decisión estaba tomada: la investigación era su camino.
Producto de este trabajo de investigación, se describieron las primeras dos especies de Stratiodrilus en Chile. En su homenaje, un grupo de investigadores brasileños bautizaron a una especie con el nombre de la científica: Stratiodrilus vilae. Años después, nuestro grupo de investigación la distinguiría con el nombre de una bacteria aislada desde uno de los lagos más altos del mundo, cerca de la cumbre del volcán Llullaillaco: Subtercola vilae.
Luego de terminar sus estudios universitarios, Irma obtuvo la beca Fulbright para estudios de postgrado en Estados Unidos: allí obtuvo el grado de Master of Science por la Universidad de Ohio y se especializó en el estudio del fitoplancton de lagos. Al regresar a Chile se desempeñó como bióloga y jefa del Departamento de Aguas Continentales del Servicio Agrícola y Ganadero, entre 1964 y 1975. Durante estos años, se especializó en pesquerías en distintos programas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) en países como Japón, Estados Unidos y la hoy disuelta Unión Soviética. Una de las actividades que le tocó realizar fue fiscalizar el “jurel tipo salmón” que se comercializaba en Chile.
Salmón “Gaviota” (1965). Fotografía de Antonio Quintana en Memoria Chilena
En 1975, empezó a trabajar como académica del Departamento de Biología de la Universidad de Chile y, posteriormente, en el Departamento de Ciencias Ecológicas de la Facultad de Ciencias de la misma universidad. Desde entonces, ha desarrollado una fructífera carrera desarrollando actividades docentes, de divulgación y generando conocimiento en diversas áreas de la limnología.
Si esto fuese su currículum como investigadora, habría que poner énfasis en el número de publicaciones, libros, proyectos nacionales e internacionales y congresos en los que ha participado, así como los indicadores de productividad e impacto de su trabajo. Demás está señalar que Irma cumple con creces esa evaluación. No obstante, ella ha logrado mucho más que satisfacer indicadores tradicionales: Irma Vila creó una escuela, un árbol del conocimiento que extiende sus raíces por las cuencas de Chile.
Irma ha formado a decenas de estudiantes de pre y postgrado. Muchas de ellas y ellos llevamos su sello de rigurosidad, sensibilidad y amor por la naturaleza. Su misma pasión por el descubrimiento. Porque, ¿cómo no podríamos emocionarnos cuando se descubre una nueva especie de pez? ¿Cómo no indignarse cuando, a la ligera y sin considerar la evidencia, se toman decisiones que dañan severamente los ecosistemas? ¿Cómo no enorgullecerse cuando se ve crecer y avanzar a quienes fueron nuestros estudiantes, que llegaron alguna vez, tímidamente, al laboratorio, pidiendo una oportunidad?
Irma ha desarrollado una labor incansable por generar conocimiento de ríos, lagos, salares, bofedales y humedales desde distintas perspectivas. Porque es así como se trabaja en limnología: a través de una visión integral e interdisciplinaria de las cuencas. Desde lo físico a lo biológico; desde las sociedades pasadas a las actuales.
Hablar con Irma y visualizar los ambientes acuáticos continentales de Chile es compartir su visión de un pasado reciente, un pasado en el que florecían los pejerreyes y los insectos acuáticos en los ríos. Es revivir un tiempo en el que las carmelitas nadaban libremente por los canales de Peñaflor. Es apreciar una laguna de Aculeo con agua; es presenciar el llenado del embalse Rapel; es estudiar por primera vez la laguna Negra; es abogar, en plena dictadura, por la preservación del lago Chungará y evitar que sus aguas sean canalizadas hacia Arica; es estudiar los humedales costeros y maravillarse por las miles de aves que hacen de ellos su descanso y destino. Irma, apasionada, valiente y consecuente investigadora.
De norte a sur, de cordillera a mar, como buena naturalista, Irma ha recorrido (casi) todas las cuencas de Chile. Analizando, describiendo, entendiendo. En el último tiempo ha expandido su trabajo sobre los peces del género Orestias que habitan humedales altoandinos: cada cuenca tiene una especie única. Ella describió las especies Orestias chungarensis (del lago Chungará), Orestias piacotensis (de la laguna Piacota), Orestias gloriae (del salar de Carcote) y el nuevo género Pseudorestias lirimensis (del bofedal de Lirima). El amplio conocimiento de Irma sobre los peces chilenos ha sido reflejado en el libro guía para la categorización del estado de conservación de los peces dulceacuícolas de Chile.
Su trabajo se ha extendido a entender el efecto a nivel limnológico de los embalses. Un caso de estudio emblemático ha sido el monitoreo del embalse Rapel durante casi 40 años: la influencia humana derivada de la minería y la industria de alimentos han causado eventos de eutroficación a diversas escalas en el embalse. Desde hace décadas, Irma y una amplia diversidad de investigadores han insistido en la importancia de preservar el agua y derogar leyes y decretos que la privatizan, y la confinan a un elemento comercializable, lejos de la naturaleza, de la humanidad y de la biodiversidad.
Irma Vila Pinto, Profesora Titular del Departamento de Ciencias Ecológicas, Universidad de Chile
Irma Vila es la limnóloga de Chile y, en este Día Mundial de las Niñas y Mujeres en las Ciencias, reconocemos su contribución al conocimiento de las aguas y cuencas. Por ser mujer, ella tuvo que enfrentar muchas más barreras y adversidades que los hombres, pero ella consiguió derribarlas y avanzar, trazando un sendero que nos invita a caminar con ella.
Irma merece ser reconocida con el Premio Nacional de Ciencias Naturales. Esta sería una forma no solo de reconocer su trabajo científico, sino también de visibilizar a tantas mujeres científicas que ya no están con nosotros y que fueron esenciales para profundizar el conocimiento de nuestra naturaleza y de nuestra biodiversidad. Tantas mujeres que nos legaron su pasión por la ciencia y la investigación a tantas de nosotras.
Porque así se articula la naturaleza: como una enredadera de conocimientos y experiencias, cuya base es la colaboración y no la competencia; cuya base es la curiosidad, el cariño y amor por la vida.

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