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Violencia obstétrica y derechos de parto

Autor
Categoría
medicina
Salud Pública
Fecha de Publicación
2019/01/07
Temas
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Imagen de portada por Chris Macks, disponible en Flickr
*Me pidió que me acostara en la camilla para lo que aparentemente iba a ser un tacto vaginal. Me dijo: «esto te va a doler». Pero el dolor fue terrible. Se lo dije. Me dijo que aguantara, mientras seguía rasguñando, raspando con sus dedos. Quise cerrar las piernas, pero no pude. Cuando me levanté de la camilla el piso estaba manchado de sangre, me asusté; él tapó inmediatamente con toalla de papel. Con nerviosismo me dijo que era normal que me doliera y sangrara.
*Sentí que me metía la mano entera por la vagina, la empezó a mover y empecé a sentir un dolor horroroso. Grité, le decía que no podía aguantar, pero ella seguía. Mi marido, que estaba a mi lado, tuvo que salir cuando vio toda la sangre que me salía. Era tanto el dolor, que empecé a vomitar, tiritaba en la camilla. Entonces me pusieron suero y me empezaron a venir unas contracciones insoportables, irregulares. Sentía que me estaban torturando.
Estos testimonios fueron rescatados por un reportaje de la revista Paula del año 2015. En él se da cuenta de un puñado de casos de partos en los que se ejercen prácticas médicas desaconsejadas por la Organización Mundial de la Salud además de violencia psicológica (mujeres y adolescentes tratadas como «alharacas», amenazadas con usar fórceps o no ponerles anestesia) y mujeres que terminan con secuelas de por vida (como incontinencia urinaria) debido a malas prácticas del equipo de obstetricia.
Estas situaciones, que deberían ser excepcionales y acabar en sanciones, apenas han empezado a hacerse visibles en las últimas dos décadas. Además, se trata de situaciones que afectan no solo a Chile, sino a gran parte de Latinoamérica, al punto que ha recibido un nombre: violencia obstétrica. Su némesis es el «parto respetado» —no hablamos de «parto humano» porque todos somos humanos (?)—, que busca poner en relieve los derechos del parto y del nacimiento.
Además de los testimonios recogidos por la prensa (como en esta nota de la Radio Universidad de Chile, o esta de El Desconcierto, o esta del diario Hoy x Hoy o esta más reciente de ADN Radio, pero de un caso en Guatemala) y estudios académicos, existe un Observatorio de Violencia Obstétrica que busca precisamente visibilizar y cambiar esta situación.
Pero incluso con toda la atención que tiene el tema, de pronto se viralizan videos de partos en redes sociales, al más puro estilo de El sentido de la vida de los Monty Python. O se sigue creyendo que lo esperable es que las «guagüitas» nazcan como se ve en la tele y series Netflix (o en Amazon Prime pa’ los cuicos).
Lamentamos informarles que no: está lejos de ser ideal que las guaguas lleguen a este mundo con un foco de iluminación en sus caras, o con una decena de personas en el pabellón grabando sus historias de Instagram solo porque es Año Nuevo o acaba de meter un gol la selección de su país o porque [inserte la celebración que prefiera] mientras una mujer está a punto de parir en una posición que quizá no eligió y en un entorno que resulta altamente invasivo y asimétrico.
Maniobra de Kristeller (NO SE DEBERÍA USAR, SE SIGUE USANDO) Ilustración de Marisol Abarca para El Desconcierto

Violencia invisibilizada

La violencia obstétrica es considerada una forma de violencia de género y de violación de derechos humanos fundamentales, como el derecho a la salud (12). Sin embargo, se encuentra frecuentemente invisibilizada porque los procesos médicos en la atención del parto se han naturalizado («siempre se ha hecho así», «el doctor sabe, usted no») y por el velo que suele cubrir las experiencias que son consideradas como parte de la «esfera privada» de la vida de las personas.
La violencia obstétrica se define como «actos ejercidos por el personal de salud en el cuerpo o decisiones de las mujeres embarazadas sin justificación» (1) e incluye, entre otras acciones, malos tratos, sobremedicalización del proceso de parto (2 y 3) y el uso de intervenciones innecesarias en los momentos inadecuados (4 y 5). Por lo general, abarca cualquier acción que atente contra una experiencia positiva del parto y que anule el poder de decisión informada de la mujer en el ambiente hospitalario. Un exceso de medicalización y tecnificación de muchos procesos naturales como el parto desplazan a la mujer como la protagonista y el centro del acto médico de asistir el nacimiento; en cambio, ella queda en un lugar de subordinación frente a los profesionales de la salud (11).
Esto no significa que debemos obviar los importantes avances médico científicos en estas materias, que han llevado a una reducción del 44% de la mortalidad materna y un 56% de la mortalidad infantil en los menores de 5 años en el período de 1990-2015 (20). Más bien debemos visibilizar cómo muchas prácticas médicas que hoy están naturalizadas se aplican de manera sistemática y mecanicista, sin que respondan necesariamente a criterios clínicos que lo justifiquen. Cuando esto ocurre, las prácticas médicas pueden adquirir ribetes negativos que podrían derivar fácilmente en situaciones de violencia (12).
Testimonio de una mujer a quien no le respetaron ninguna de sus decisiones durante su parto: sufrió violencia física y psicológica que la dejó no solo con depresión postparto, sino también con un rechazo a los médicos (testimonio recogido por el Observatorio de Violencia Obstétrica: puede ver otros aquí)
Así, la violencia obstétrica puede ser considerada una de las formas más brutales de violencia contra la mujer, justamente por tener lugar en uno de los momentos de mayor vulnerabilidad y significado para ellas y sus familias. No solo pone en riesgo la integridad física y psicológica de la madre, sino también la salud del recién nacido, además de que puede tener negativas en la construcción del vínculo de la díada (madre-hijo) y la familia.

Dolor injustificado

El momento del parto es considerado uno de los hitos del ciclo vital de mayor vulnerabilidad social, física y psicológica para las mujeres, por lo que el riesgo de una experiencia negativa e incluso traumática puede tener un importante impacto en la salud mental y física de las madres. A este respecto, Ibone Olza Doctora en Medicina, psiquiatra infantil y perinatal y activista por el parto respetuoso, señala lo siguiente (10):
Es en el momento del parto cuando más daño le pueden hacer a una mujer comentarios, gestos o incluso miradas que en otro momento vital tal vez no le hubieran afectado lo más mínimo. Precisamente por esa vulnerabilidad intrínseca al parto el impacto del maltrato es significativamente mayor.
Como vimos a través de los testimonios mencionados previamente, la violencia obstétrica puede adquirir múltiples formas, ya sea acciones concretas u omisiones. Entre las acciones que se ejercen en contra de la integridad de la mujer (adulta, adolescente o, lamentablemente, niña) se encuentra el daño físico directo, malos tratos psicológicos a través de amedrentamientos, amenazas y burlas, además de comentarios relativos al castigo del goce: «¿No te gustó? ¡Ahora te aguantas!», que no es otra cosa que el castigo a la vivencia de la sexualidad femenina.
Como parte de las acciones también son violencia obstétrica aquellos procedimientos que no tienen justificación médica (como las cesáreas programadas para que el médico pueda irse de vacaciones) o tienen un bajo nivel de evidencia como «ayuda» al trabajo de parto y parto (episiotomía de rutina, uso de oxitocina, la ruptura artificial de las membranas, la posición ginecológica obligada, la prohibición de caminar, etc.) y aquellas sin el consentimiento informado y expreso de la mujer (13).
Dentro de las acciones por omisión y que son constitutivas de violencia obstétrica se encuentran el negar la atención a una mujer, la atención tardía y no permitir el apego de la madre con el recién nacido sin que medien razones médicas fundadas para tales decisiones.
En la declaración realizada por la Organización Mundial de la Salud en el año 2014, en el documento «Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud» plantea que «en los informes sobre el trato irrespetuoso y ofensivo durante el parto en centros de salud, se hace mención a un evidente maltrato físico, una profunda humillación y maltrato verbal, procedimientos médicos sin consentimiento o coercitivos (incluida la esterilización), falta de confidencialidad, incumplimiento con la obtención del consentimiento informado completo, negativa a administrar analgésicos, violaciones flagrantes de la privacidad, rechazo de la admisión en centros de salud, negligencia hacia las mujeres durante el parto —lo que deriva en complicaciones potencialmente mortales, pero evitables—, y retención de las mujeres y de los recién nacidos en los centros de salud debido a su incapacidad de pago».
En el mismo documento, la OMS plantea que si bien este trato vejatorio puede afectar a todas las mujeres por su condición en cuanto a tales, es más probable que los reciban las adolescentes, las mujeres solteras, aquellas de nivel socioeconómico bajo, las pertenecientes a minorías étnicas, las mujeres migrantes y portadoras de VIH, entre otras (14).

La solución no está en «lo natural»

¿Por qué algunos personales de salud ejercen esta violencia? Explicaciones abundan, desde el efecto burn-out del personal de salud (turnos larguísimos, agotamiento psicológico...) (6), infraestructura deficiente tanto física como humana de los servicios de salud (3), ausencia de personal capacitado y actualizado (3, 4 y 5), el incremento de los embarazos de alto riesgo que aumentan las intervenciones médicas y no médicas (3 y 4) y, finalmente, el nivel de educación y la edad de la madre (3) interfieren en las intenciones del personal de salud de brindar —no pun intended— cuidados en el momento adecuado y de manera empática a las mujeres durante el trabajo de parto y parto.
Esta imagen proviene de una revista para mamás y, supuestamente, muestra cómo es el parto, pero con toda esa luz, esos peinados perfectos y las sábanas blancas, esto más bien parece un parto en Pleasantville
Es cierto que #notallmatronas, #notalltécnicosparamédicos y #notallobstetras ejercen este tipo de acciones. Esta es una de las razones por las que el Colegio de Matronas ha tenido una postura contradictoria al respecto. En realidad, han hablado más de violencia estructural/institucional y han negado la existencia de violencia obstétrica. Esta postura, sumada a otros problemas gremiales y malentendidos, ha frenado los avances en el proyecto de ley de parto respetado. Mientras que otras organizaciones, como el Observatorio de Violencia Obstétrica (OVO) han tenido que visibilizar lo que ocurre en muchas algunas maternidades de nuestro país.
Si están por tener guagua o conocen a alguien les recomendamos  leer esto y esto.
La primera «Encuesta sobre nacimientos en Chile» del OVO, con más de 11 mil participantes (mayoritariamente chilenas y de la región Metropolitana) que tuvieron sus partos entre 1970 y 2017, da cuenta de que un 80% de las mujeres realiza apego de menos de 30 minutos con su hijo, 43% refiere problemas de comunicación con el personal de salud en el sistema público —desde no contestar dudas hasta hacerlas callar—, cifra que se reduce a 16% en el sistema privado. Además, 3 de cada 4 mujeres menciona que les restringieron la ingesta de agua y alimentos durante el trabajo de parto (7). Pese a estas cifras, el informe muestra mayoritariamente mejoras a lo largo del tiempo, acentuadas en el último periodo de estudio 2014-2017, pero que no representan un estándar generalizado de atención (3 y 7).
Independiente de estas mejoras, uno de los datos que llama más la atención de la encuesta es el aumento histórico del número de mujeres en los que se ha realizado la operación cesárea. Si se observa el período de 2014-2017, la prevalencia de cesáreas, en esta muestra, llega a un 39,8% en el sector público, mientras que en el privado la cifra alcanza el 50,8% (7). Sin embargo, la recomendación de la OMS al respecto es no sobrepasar el 15% de cesáreas, ya que estas no mejoran los resultados de morbi-mortalidad materna e infantil (17).
En un dato poco OCDE, y de acuerdo al informe «Abordar el gasto innecesario en salud» que utiliza datos del año 2014, pero se publica en 2017, fuimos el segundo país con la tasa más alta de cesáreas, llegando a un 47,1 por cada 100 nacidos vivos (15). Con datos de 2015 y en el compendio «Panorama de la Salud 2017: Indicadores OCDE» figuramos en el tercer lugar con una tasa de 46,0 por 100 nacidos vivos (16).
La noticia de que Chile obtuvo medalla de plata en la tasa de cesáreas de entre todos los países constituyentes de la organización (además de otra medalla de plata en obesidad) tuvo amplia cobertura en los medios de comunicación, lo que motivó al Ministerio de Salud (Minsal) a investigar las causas del aumento en la tasa de cesáreas tanto en el sector público como privado, pero aún no se conocen los resultados de esta investigación o si las medidas mencionadas en esas notas de prensa ya fueron puestas en acción.
¿Pero por qué tanto problema con una operación que ha salvado la vida de niños y madres?, podría preguntarse usted.
Pues bien, de acuerdo con la «Guía perinatal» del Minsal, la cesárea es «un procedimiento de cirugía mayor, por tanto, una indicación sin justificación médica puede aumentar innecesariamente los riesgos materno-fetal y reflejar una mala utilización de los recursos» (18). Es cierto también que con el avance de la medicina, ha disminuido la percepción de riesgo que representa esta cirugía en las mujeres. Pero aun así, una cesárea implica triplicar el riesgo de morbi-mortalidad materna si se compara con un parto normal (18).
Uno de los factores que aumenta la tasa de cesáreas es mantener el ciclo de cesáreas injustificadas (18 y 19). Pero, ¿cuándo se justifica una? El Minsal es bastante claro al respecto. Algunas de las indicaciones para realizar una cesárea son:
posición inadecuada de bebé (eso es sentado o acostado);
estimación de peso fetal mayor a 4.500 g;
en caso de que la madre sea portadora de VIH, Hepatitis C o el Virus Herpes Simple (para evitar la transmisión vertical que es el contagio que podría tener el bebé al pasar por el canal vaginal);
si existen dos o más cesáreas previas;
en el caso de placenta previa o en el desprendimiento súbito de la placenta (ambas situaciones de riesgo tanto materna como fetal) (18).
A modo de resumen, más que el cumplimiento de una tasa de cesárea específica, esta se debe practicar en todas las mujeres que la necesiten y se debe limitar la programación de cesáreas por deseo de la mujer explicando los verdaderos riesgos que implica esta cirugía (17,18 y 19).
Acá una visualización del panorama, cortesía de La Tercera.
Resulta descorazonador además saber que tanto las futuras madres, sus familias e incluso el personal de salud maternal suelen desconocer los principios y recomendaciones del parto respetado y de la experiencia positiva del parto, impulsados por la OMS y el Subsistema de Protección a la Primera Infancia Chile Crece Contigo (ChCC): así lo revelan las cifras del OVO (4 y 8). Las recomendaciones apuntan a permitir apego —pechito con pechito— de madre e hijo por una hora y una atención respetuosa durante el tránsito de la mujer por el servicio de maternidad. Además, en embarazadas de bajo riesgo no hay problemas con permitir la hidratación y la alimentación liviana —nada de churrascos con mayo casera, ni completos mojados—, la libertad de movimiento durante el trabajo de parto, la elección de una postura para parir y el uso justificado (y adecuado) de las cesáreas (4, 8, 18 y 19).
Representación esquemática del modelo de cuidado durante el parto, directo de la OMS. Click en la imagen para agrandarla y exhibirla a su jefatura de servicio (ojala la pegue en algún lugar visible en su maternidad #etilmercurioenseñayeduca)
Quizás usted (o alguna persona conocida) se pregunte entonces si, considerando todos estos problemas de los servicios de salud maternal, ¿no sería mejor volver a lo «natural» con parteras y partos en domicilio?
Acá con glitter para que se vea más bonito.
Nope, no y NO. El parto respetado y seguro debe darse en un contexto hospitalario en donde se cuenten con los elementos para responder ante una urgencia o que cuente con personal capacitado para detectarlas: por eso es tan importante que el sistema de salud recupere la confianza de las mujeres y sus familias (1 y 4). No es que la obstetricia o el parto sean una bomba de tiempo (pese a que así se le pinta en diversos contextos): deberíamos decir más bien que en la red chilena no se han desarrollado los elementos necesarios para tener centros de partos coordinados con hospitales para pacientes de bajo riesgo como en Noruega, Canadá o España (9).
No obstante, hay voluntad para ofrecer salas de atención integral del parto, la mayoría en hospitales relativamente nuevos como El Carmen y La Florida en la región Metropolitana, o en otros más antiguos que iniciaron un modelo integral, como el Hospital de Valdivia. Sin embargo, no ha existido la intención de renovar la infraestructura de hospitales más antiguos y que concentran mayor cantidad de partos. Ese es el caso predominante de la Región Metropolitana, que concentra la maternidad más grande del país. Pese a que las redes de esta región han sido adaptadas parcialmente para seguir las recomendaciones presentadas por la OMS o el ChCC, la presión asistencial y la escasez de recursos han forzado a implementar estas medidas in the chilean way, aumentando situaciones de violencia para las pacientes, estados de burn-out y presión en el personal de salud.
Es acá en donde aparece la carta-trampa: la posibilidad de que las mujeres se alejen de la atención profesional del parto en hospitales por el miedo a la violencia (aunque ya se dijo: #NotAllServiciosDeMaternidad). Por supuesto, no deseamos que ninguna mujer, adolescente o niña sea víctima de violencia de ningún tipo, pero si es mejor ir a los hospitales (por el peligro de las complicaciones en el parto), ¿qué se puede hacer para no sufrir violencia obstétrica?

Hacerse cargo: derechos del parto y nacimiento

El paradigma actual de la tecnificación y la medicalización del parto sitúa a la mujer como un objeto de intervención y no como un sujeto de derecho, facilitado por una relación clínica caracterizada por la verticalidad y la asimetría. Esto dificulta el ejercicio y el respeto por los derechos de la mujer en un marco de igualdad, no de competencias, sino de humanidad (12).
El respeto a la autonomía está consagrado en nuestra legislación en la ley 20.584 sobre los derechos y los deberes de los pacientes y responde al derecho de la personas en cuanto a tales a tomar decisiones respecto a su salud y su vida. Este derecho podría considerarse un «desde» en la atención en salud y probablemente lo sea. Sin embargo, este mínimo se transgrede permanentemente cuando las mujeres con sometidas a procedimientos no explicitados, explicados y consentidos. El respeto a la autonomía es parte de lo que podríamos considerar un trato digno. No obstante, no es lo único.
Un trato digno, un trato humano, una atención humanizada en salud va más allá del cumplimiento de mínimos, ya que el cuidado del vulnerable (la madre en términos del proceso vital que vive y del bebé en tanto recién nacido) es un imperativo ético. La atención requiere el consentimiento libre e informado, pero que es profanado cuando se limita a la firma de un formulario o bien cuando se informa sin atender a las creencias, necesidades, expectativas y características idiosincráticas de la mujer antes, durante y después del parto. El cuidado requiere una atención particular a estos aspectos porque no se cuida una patología: se cuida a una persona. Una persona vista no en términos paternalistas, sino desde la horizontalidad. Se trata de permitirle que pueda realizar un libre ejercicio de su autonomía, respetando su dignidad.
Es con esta intención que, en 1994, en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, se reconoció que los derechos sexuales y reproductivos son derechos humanos. y se definieron como «el reconocimiento del derecho básico de todas las parejas e individuos a decidir libre y responsablemente el número espaciamiento y momento en el que tendrán hijos [...] el derecho de todos a tomar decisiones relativas a la reproducción sin discriminación, coacción y violencia» (21).
Posterior a ello surgen una serie de estudios que indican la vinculación de estos derechos con la igualdad de género, el bienestar de la mujer y la calidad de atención, entendida como la cantidad adecuada de intervenciones en el momento adecuado (14). En el año 2011, la Alianza de la Cinta Blanca, organización de alcance global, en conjunto con USAID, elaboran el documento «Promoviendo un cuidado materno respetuoso: los derechos universales de las mujeres en edad reproductiva», en donde se establecen 7 derechos al momento del nacimiento (21 y 22).
Estas iniciativas globales han sido esenciales para generar legislaciones al respecto en distintos países y contribuir a la disminución de la violencia obstétrica.
Fuente: Promoviendo un cuidado materno respetuoso: los derechos universales de las mujeres en edad reproductiva. White Ribbon Alliance USAID, 2011.

Y ahora ¿quién piensa en los niños y las mujeres ?

En Chile, la Coordinadora por los derechos del nacimiento presentó un proyecto de ley (se puede leer acá) que modifica la ley 20.584, sobre los derechos y deberes de los pacientes, incorporando un nuevo título que tiene estricta relación con los derechos durante la gestación, parto, postparto y recién nacido. La legislación se impulsó motivada por el caso de Adriana Palacios y su hija Trinidad.
Este proyecto, ya ingresado en la Cámara de Diputados, se sustenta en las recomendaciones basadas en evidencia de la OMS, la Federación Internacional de Ginecología y Obstetricia (FIGO), así como también en las leyes que se establecieron en Venezuela y Argentina por un parto respetado y los derechos del nacimiento. Desafortunadamente, aún no han habido grandes avances en la tramitación del proyecto.
Un resumen de lo que se busca con la ley de parto respetado (el término humanizado ha sido cambiado en los últimos años)
Aunque la violencia obstétrica actualmente no se encuentra tipificada como delito en nuestra legislación, existen tres formas posibles para denunciar (13):
1.
iniciando acciones legales, ya sea en el ámbito (I) penal por negligencia médica, (II) administrativo por ser la rama del derecho que rige a las instituciones públicas (en este caso, los hospitales) o en el ámbito civil (III) mediante una demanda por medio de la Ley de Derechos y Deberes de los Pacientes o bien por la Ley de Derecho del Consumidor;
2.
interponiendo una denuncia ante la Superintendencia de Salud;
3.
reclamando directamente en el centro de salud donde la mujer fue atendida.
Pero lo primero, lo más importante, es que tanto el personal de salud como las mujeres, sus parejas y familias conozcan la existencia de este tipo de violencia para que puedan reconocerla y prevenirla, ya sea cambiando los procedimientos (en el caso del equipo de maternidad) o exigiendo previamente a los profesionales de la salud que mantengan los principios mencionados durante todo el proceso del parto (en el caso de la mujer y su familia).
No sirve apuntar con el dedo a quienes consideremos culpables ni seguir denostando a las mujeres que evaden los hospitales por miedo a la violencia. Lo que debemos conseguir como sociedad es construir, en conjunto, una nueva relación entre las mujeres y el equipo de salud, una relación basada en el respeto mutuo y el diálogo informado.

Referencias

1.
Vacaflor, C. H. Obstetric violence: a new framework for identifying challenges to maternal healthcare in Argentina. Reprod Health Matters, 24(47), 65-73. 05 de mayo de 2016. Disponible aquí.
2.
Bohren, M. A., Vogel, J. P., Hunter, E. C., Lutsiv, O., Makh, S. K., Souza, J. P., Gulmezoglu, A. M.The Mistreatment of Women during Childbirth in Health Facilities Globally: A Mixed-Methods Systematic Review. PLoS Med, 12(6). 30 de Junio de 2015. Disponible aquí.
3.
Sadler, M., Santos, M. J., Ruiz-Berdun, D., Rojas, G. L., Skoko, E., Gillen, P., & Clausen, J. A. Moving beyond disrespect and abuse: addressing the structural dimensions of obstetric violence. Reprod Health Matters, 24(47), 47-55. 04 de junio de 2016. Disponible aquí.
4.
WHO recommendations: intrapartum care for a positive childbirth experience. Geneva: World Health Organization; 2018. Licence: CC BY-NC-SA 3.0 IGO. Guía completa en pdf disponible aquí y su versión abreviada acá
5.
Misago, C., Kendall, C., Freitas, P., Haneda, K., Silveira, D., Onuki, D., Mori, T., Sadamori, T., Umenai T. From ‘culture of dehumanized childbirth’ to ‘childbirth as a transformative experience’: Changes in five municipalities in north-east Brazil International Journal of Gynecology and Obstetrics, 75 (Suppl. 1), pp. S67-S72. Diciembre de 2001. Disponible aquí
6.
Pintado-Cucarella, S., Penagos-Corzo, J. C., & Casas-Arellano, M. A.  [Burnout syndrome in medical and obstetric perception of violence]. Ginecol Obstet Mex, 83(3), 173-178. 2015. Disponible aquí
7.
Sadler, M., Leiva, G., Bussenius, P., Leon, T., Valdebenito, J., Chile, Observatorio de Violencia Obstétrica (2018) OVO Chile 2018, Resultados Primera Encuesta sobre el Nacimiento en Chile. Disponible aquí
8.
Chile Crece Contigo (directo en el link pueden encontrar distintas cartillas sobre gestación y nacimiento, lactancia y paternidad activa, además de lo que ofrece el subsistema de protección a la primera infancia)
9.
Escuriet, R., Pueyo, M., Biescas, H., Espiga, I., Colls, C., Sanders, M., & Ortún, V. La atención al parto en diferentes países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Matronas Prof, 15(2), 62-70. 2014. Disponible aquí
10.
Olza Fernández, Ibone, (2008): “¿Humanizar el parto? Una reflexión sobre la violència sanitaria”, en: Blaz- quez-García, Mª José (coord), Maternidad y ciclo vital de la mujer. Universidad de Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, pp. 113-120.
11.
Nari M. 2004. Políticas de maternidad y maternalismo político. Buenos Aires (1890-1940). Biblos, Buenos Aires
12.
Belli, L. F. (2013). La violencia obstétrica: otra forma de violación a los derechos humanos. Revista Redbioética/UNESCO, Año 4, 1 (7): 25-34
13.
GALLEGOS, F. C. Parir en Chile: violencia obstétrica y vulneración a los Derechos Humanos. Crítica a la ausencia de regulación en la ley chilena con perspectiva de género. Revista Némesis XIV – Problemáticas del Chile actual
14.
Organización Mundial de la Salud (OMS) (2014) Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la atención del parto en centros de salud. http://www.who.int/reproductivehealth/topics/maternal_perinatal/statementchildbirth/es/
15.
OCDE (2017). Tackling Wasteful Spending on Health. Disponible aquí (en inglés)
16.
OCDE (2018), Panorama de la Salud 2017: Indicadores de la OCDE, OECD Publishing, Paris, https://doi.org/10.1787/9789264306035-es.
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Organización Mundial de la Salud. Declaración de la OMS sobre la tasa de cesáreas. 2015. Disponible aquí.
18.
MINSAL (2015). Guía Perinatal: cesárea. Disponible aquí
19.
Sadler, Michelle & Leiva Rojas, Gonzalo & Perello, Antonia & Schorr, Josefina. (2018). Preferencia por vía de parto y razones de la operación cesárea en mujeres de la Región Metropolitana de Chile.. 2. 22-29. Disponible aquí
20.
OMS (2018). Mortalidad Materna: datos y cifras. Disponible aquí
21.
Leiva Rojas, Gonzalo. (2018). Derechos Sexuales y Reproductivos durante la atención de la gestación, parto y lactancia: La situación de Chile.. Cuadernos médicos-sociales. 58. 33-44. Disponible aquí
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The White Ribbon Alliance (2014). Promoviendo un cuidado materno respetuoso: los derecho universales de las mujeres en edad reproductiva. Disponible aquí