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¿De marte de quién?

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Fecha de Publicación
2018/03/06
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Quizás usted ya ha leído por ahí que la NASA suele probar su tecnología de exploración marciana en el Desierto de Atacama. Y sí, es algo conocido que las condiciones de extrema aridez de nuestro desierto le convierten en el lugar ideal para simular un paseíto por Marte (no por nada tiene valles que han sido bautizados como «de la Luna» y «de Marte», duh).
Imposible olvidar a Pink Floyd y su fantástico concierto donde tocaron el Dark Side of The Moon en el Valle de la Luna #SeSabe
Pero, ¿qué tan cercano es el parecido? Después de todo, Marte es un planeta frío y con una atmósfera muy, muy débil comparada a la terrestre. La presión atmosférica al nivel del mar en la Tierra es de unos 1013 milibares, mientras que en la superficie media de Marte es de apenas 6,1 milibares (1). Para entenderlo de otra forma: la Tierra es como una cama con sus respectivas sábanas, cinco frazadas de polar, un par de frazadas nuevecitas, un cubrecama de lana de oveja patagónica y un chalcito para los pies. Y además con un guatero (si pensamos en el guatero como metáfora de la actividad geológica de la Tierra). En cambio, Marte lo único que tiene es una sábana apolillada (por polillas marcianas #SeSabe), sin guatero (hasta ahora no se ha detectado actividad geológica presente en el planeta rojo). Y, por si fuera poco, está a casi el doble de distancia del Sol que la Tierra.
(La marca de su emprendimiento de frazadas planetarias podría estar aquí)
Eso es frío.
Entonces, repetimos: ¿qué semejanza puede haber entre Marte y el Desierto de Atacama?

Bacterias en mi sal

A una hora y media al sureste de Antofagasta (AKA La Perla del Norte) se encuentra la exestación Yungay, una de las estaciones de trenes del Ferrocarril de Aguas Blancas que serpenteaba entre oficinas salitreras a principios del siglo XX. Este lugar es muy conocido para la astrobiología, la disciplina que se dedica a buscar indicios de vida en otros cuerpos astronómicos (como planetas o sus satélites naturales) y a entender cómo se desarrolla la vida en ambientes análogos a otros planetas.
Durante muchos años, la zona de la exestación Yungay fue considerada uno de los lugares más secos del planeta. Allí se registraban menos de 1 mm de precipitaciones al año (2). O sea, más seco que empanada de talco.
Además de seco, el sector es salino. Tan salino que las «halitas» (NaCl puro) forman verdaderas flores de piedra que cubren los campos desérticos.
Campos de halitas o «flores del desierto» en la exestación Yungay (fotografía: @criordor)
Pero lo verdaderamente increíble es que dentro de estas halitas se ha descubierto  una comunidad armónica de cianobacterias (bacterias fotosintéticas), arqueas (¡les encanta la sal!) e incluso algunas algas. Estos organismos logran sobrevivir dentro de una roca gracias al fenómeno de la «delicuescencia» (no, no es una delincuencia homeopática): el agua que llega en la noche en forma de rocío (o camanchaca) penetra la roca de sal y es usada por los microorganismos (3). O sea, la vida ínfima viviendo al límite.
Interior de una roca de sal: la capa verde está formada por cianobacterias; la capa rosada son arqueas halófilas (Salar Grande, Región de Tarapacá; fotografía: Jonathan García)
Otros investigadores han estudiado las bacterias del suelo en Yungay (4, 5). Existen unas muy especiales que se llaman Actinobacteria, donde hay un grupo (Streptomyces) que son productores innatos de «compuestos bioactivos», es decir, compuestos químicos (recuerde: la vida es pura química :D ) que tienen un efecto biológico. Y se ha descubierto que algunos de estos compuestos bioactivos tienen efectos antibióticos, antitumorales y antiinflamatorios, entre otros (6). O sea, estamos frente a una auténtica veta de oro para la producción de nuevas medicinas, en especial para enfermedades emergentes.
Desde la década de 1960 ha habido científicos buscando bacterias en el Desierto de Atacama (nótese la formalidad del atuendo de los investigadores del Jet Propulsion Laboratory) (7).
Y no solo eso. Cuando se aprecian las fotografías que manda el amigo Curiosity desde Marte es difícil diferenciar aquellas de las del Desierto de Atacama y Yungay. Son como sitios gemelos separados al nacer (y que ahora están a 225 millones de kilómetros).
¿Marte o Atacama? SPOILER: El cuadro superior izquierdo es Marte (créditos: fotografía de Marte por NASA, Curiosity; fotografía de Atacama por @criordor)
Esta evidente similitud ha llevado a la ciencia a estudiar en detalle la zona, tanto su composición química como la geología, el clima y la microbiología. Mientras más conocemos qué pasa en la Tierra, más podemos inferir lo que pasa en cuerpos similares (planetas y satélites «habitables»). Por lo tanto, las formas de vida que encontremos en Yungay (y otros ambientes análogos) podrían ser quizás los primos lejanos de formas de vida marciana presentes o extintas (no olvidemos que la evidencia indica que, hace millones de años, Marte tenía una atmósfera mucho más densa y al menos un gran océano que hasta sufrió tsunamis (8).

Robots para buscar vida

La fascinación por la búsqueda de vida en otros cuerpos del sistema solar ha empujado a agencias espaciales como la NASA a dedicar mucho esfuerzo y recursos en responder las preguntas más variadas. Por ello, estas últimas semanas se está realizando en el norte de Chile la expedición ARADS (Atacama Rover Astrobiology Drilling Studies) que trajo a un amigo robot (y más de 30 amigas y amigos humanos) a probar distintos instrumentos que tienen como misión buscar indicios de vida en Marte.
Si todo funciona bien, en varios años más estos instrumentos estarán en el planeta rojo enviando información clave para responder (o confirmar) LA pregunta del millón: ¿estamos solitos en el Universo? Y, si en este momento estamos solos, ¿fue siempre así?
El rover de la expedición ARADS en la exestación Yungay, Desierto de Atacama (fotografía: @criordor)
De todas maneras, tenemos mucho por investigar aún en la Tierra. En los últimos años, han existido eventos climáticos insospechados como lluvias torrenciales en la Perla del Norte y alrededores, incluyendo Yungay. Es decir, este sitio ya no sería el más seco... El cambio climático está aquí y llegó para quedarse.
Recientemente se reportó el efecto de las lluvias en los microorganismos que normalmente están presentes en los suelos del desierto y se pudo detectar que el agua los activa y hace que su biomasa aumente (9). Si esto sigue así, quizás en unas décadas más nuestro Desierto de Atacama se convierta en la Selva (microbiana) de Atacama.
Lo triste, es que con ello dejaríamos de recibir visitas ilustres como prototipos de rover marciano.
Ahora, sería fascinante imaginarse que algo similar ocurriera en Marte. ¿Qué microorganismos crecerían en una potencial colonia marciana que aumentara drásticamente la humedad del suelo? Algún día conoceremos la respuesta a esa pregunta.

Referencias

1.
Centro de Astrobiología CSIC-INTA (2018). «Atmósfera de Marte». http://cab.inta-csic.es/rems/es/atmosfera-de-marte/
2.
Navarro-Gonzalez, R. et al (2003). «Mars-like soils in the Atacama Desert, Chile, and the dry limit of microbial life». Science 302: 1018-1021. Disponible en http://science.sciencemag.org/content/302/5647/1018
3.
Davila, A. F. et al (2013). «Salt deliquescence drives photosynthesis in the hyperarid Atacama Desert». Environmental Microbiology Reports 5(4): 583–587. Disponible en http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/1758-2229.12050/abstract
4.
Neilson, J. W. et al (2012). «Life at the hyperarid margin: novel bacterial diversity in arid soils of the Atacama Desert, Chile». Extremophiles 16: 553–566. Disponible en https://link.springer.com/article/10.1007/s00792-012-0454-z
5.
Connon, S. A. et al (2007). «Bacterial diversity in hyperarid Atacama Desert soils». Journal of Geophysical Research 112: G04S17. Disponible en http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1029/2006JG000311/abstract
6.
Bull, A. et al (2017). «The Atacama Desert: Technical resources and the growing importance of novel microbial diversity». Annual Review of Microbiology 70: 215-234. Disponible en https://www.annualreviews.org/doi/abs/10.1146/annurev-micro-102215-095236
7.
Opfell, J. B., Zebal, G. P. (1967). «Ecological patterns of micro-organisms in desert soils». Life Sci. Space Res. 5:187–203
8.
Witze, A. (2016). «Giant tsunamis washed over ancient Mars». Nature. Disponible en https://www.nature.com/news/giant-tsunamis-washed-over-ancient-mars-1.19916
9.
Schulze-Makuch, D. et al (2018). «Transitory microbial habitat in the hyperarid Atacama Desert». PNAS https://doi.org/10.1073/pnas.1714341115. Disponible en http://www.pnas.org/content/early/2018/02/20/1714341115