• Home
  • ¿Quiénes somos?
  • Etilmercurio Retrógrado
  • P.A.I.P.E.
  • Arteimerosal
  • Contacto
  • Home
  • ¿Quiénes somos?
  • Etilmercurio Retrógrado
  • P.A.I.P.E.
  • Arteimerosal
  • Contacto

Artículo 100 de Etilmercurio: Violeta Parra 100 años

  • Por Invitado Especial
  • Diciembre 31, 2017
  • 0 Comentarios
  • 100 años, 100 artículos, Gracias Totales, Violeta Parra

Imagen: Archivo de la Fundación Violeta Parra 

Este es el post número 100 de Etilmercurio y queremos celebrarlo con uno de los hitos más importantes de 2017: el centenario de Violeta Parra.

Nombrar a Violeta es congregar un sinnúmero de elementos, sensaciones, habitares y relatos de nuestro país. Violeta Parra fue científica, naturalista, investigadora, observadora del mundo y de la dura realidad social del Chile de mediados del siglo XX.

«El Árbol de la vida» Arpillera de Violeta Parra. 1963. 135 x 97,5 cm. Tela bordada. Fuente: Museo Violeta Parra

En este post conmemorativo, la doctora Anabella Arredondo Paz nos muestra cómo Violeta Parra retrataba las enfermedades y la muerte sin explicación, sin consuelo, de tantos adultos e infantes que rodearon su existencia. Los versos de Violeta reflejan con dolorosa fidelidad la vida diaria de tantas familias chilenas del siglo pasado. Allá en la pampa, en la ruralidad del campo o en los suburbios de la gran ciudad, «solo el amor con su ciencia, nos vuelve tan inocentes».

Su legado trasciende lo netamente cultural y literario. Violeta hizo un review de una realidad que no puede volver a repetirse: el morir por falta de vacunación o por negligencia. Hoy, gracias a la labor de muchísimas mujeres y hombres de ciencia, existen medidas para evitarlo. Para vivir vidas más largas y con menos dolencias que en los tiempos de Violeta.

Leyendo a Violeta Parra: la viruela y las tradiciones ante la muerte

por Anabella Arredondo Paz

«Velorio del angelito», 1964. Óleo sobre tela. Fundación Violeta Parra.

Pocos textos son tan explícitos en la descripción de una enfermedad transmisible como las décimas de Violeta Parra cuando se refiere a la viruela. Enfermó a los cuatro años durante un viaje en tren entre Santiago y Lautaro, en 1921. Esto es retratado en la obra de teatro actual Ayudándola a sentir. En sus versos relata sus vivencias de la terrible enfermedad y la relaciona con el viaje.

y la fiebre me daba agravios

 la sed me quita el resuello

 En este estado tan cruel 

Termina la diligencia

 Salimos de la presencia

 Fatal del maldito tren

Sus décimas reflejan la virulencia de la enfermedad y lo democrática que era: no discriminaba por edad ni por nivel socioeconómico.

Cayeron grandes y chicos

Con la terrible  epidemia

Más grande que la leucemia;

Murieron pobres y ricos.

Al hoyo un tal Federico;

Al saco Juan Pimentel 

Y dos qu’ estaban con él;

Unos tales Pérez Caro /  Que visitaron Lautaro / Jamás pudieron volver

Hoy día no recordamos la viruela, pues está erradicada en el mundo entero, una hazaña conseguida gracias a la vacunación. En Chile había brotes frecuentes, por lo que las vacunas eran elaboradas en el Instituto Bacteriológico (actual Instituto de Salud Pública). Su administración fue obligatoria desde 1920 y se hacían campañas tan masivas como la del año 1950; ese año, en respuesta a un brote, se logró vacunar al 90% de toda la población del país. La viruela era una enfermedad muchas veces mortal y los sobrevivientes sufrían un daño profundo en la piel y las mucosas, lo que les dejaba cicatrices para toda la vida. Así lo relata Violeta:

Tres meses pasó en ayuno 

con ese terrible grano, 

que le arrancó de las manos y pies

de raíz las uñas. 

Su cuerpo es una pezuña, 

Sólo un costrón inhumano

Ella se describe a sí misma con mucha ternura recordando cómo era antes y lamenta la gran injusticia de haber enfermado y de cómo ese hecho cambió su vida, quitándole no solo belleza sino la inocencia.

La niña que al tren subió / de cinta blanca en el pelo,

abrigo de terciopelo, / sandalitas de charol,

gentiles como una flor / la acompañaron por bella

 por su boquita grosella,/ sus ojos tan refulgentes.

 Mamá emocionadamente / le da mil gracias a ellas.

Mas, el destino traidor, / le arrebató sin piedad

 por puro gusto, no más, /  su bonitura y candor

Se siente culpable por haber sobrevivido y porque sin querer su familia ayudó a transmitir la enfermedad a otros al permitir que la visitaran mientras estaba enferma. Habla con mucha familiaridad de la muerte llamándola «la flaca».

Vinieron muchas visitas / algunos a saludar / algotros, a preguntar / cómo estaba la guagüita /

detrás d`esa palabrita / la flaca estaba acechando / porque se van contagiando /

los pobladores s’espantan / no saben qu’está pasando… / nadie sospecha jamás /

quién era la causadora / de tales malditas horas; / seguro no se sabía.

Fue grande la mortandá / Que ocasionó la inocente. (Parra, V., 1998, pp. 43-45)

La enfermedad le dejó cicatrices especialmente en el rostro, lo que le hizo sufrir las burlas de sus compañeros desde que ingresó al colegio a los seis años. A pesar de ser excelente estudiante, como lo fue también su hermano Nicanor, para ella el colegio fue una experiencia muy amarga y lo detestó. La enfermedad la asimila a una falta contra la sociedad que queda en evidencia por las marcas – estigmas que deja (1).

Aquí principian mis penas, /  lo digo con gran tristeza,

me sobrenombran maleza / porque parezco un espanto.

Si me acercaba yo un tanto, / miraban como centellas,

diciendo que no soy bella / ni pa’ remedio un poquito.

 La peste es un gran delito / para quien lleva su huella

 

Mejor ni hablar de la escuela/ la odié con todas mis ganas  

del libro hasta la campana /  del lápiz al pizarrón / del banco hasta el profesor

Cuando tenía ocho años falleció su hermano Caupolicán, de dos meses, por neumonía. A pesar de que en esa época estaba prohibido, la familia le hizo un tradicional velorio del angelito que la impresionó sobremanera (2).

El velorio del angelito es una tradición española que nació del sincretismo cultural por la presencia arábica y luego fue traída a América por los conquistadores. Estaba muy arraigado en el campo y era muy frecuente, pues la mortalidad de lactantes y niños era elevadísima. Cuando se produjo la migración del campo a la ciudad esos elementos culturales se opusieron a las nuevas pautas impuestas desde el Estado. El ritual pasó a ser entonces un elemento de identidad y de resistencia cultural de los sectores populares desplazados (3).

Manuel Antonio Caro Olavarria, El Angelito. Velorio de un infante en el ámbito rural. Chile, 1873.

(Vicuña, 1915, p.176): «Desde el cielo el angelito intercederá por sus familiares para que ninguna tragedia o enfermedad los dañe».

Los niños eran ataviados con una túnica blanca, una corona de flores, sus pómulos eran maquillados con carmín para disimular la palidez de la muerte y en la espalda se le ponían alitas.

Durante días enteros se festejaba el tránsito al cielo y obligaba a trocar la pena en alegría, el dolor en gozo: estaba prohibido llorar. Patricio Kaulen lo muestra en la película Largo viaje, de 1967.

Fuente

Mucho después, Violeta sufrió la muerte de otro infante: su hija Rosita Clara, ahijada de Margot Loyola, murió a los dos años por una neumonía, mientras ella estaba fuera de Chile. Esta situación la llena de culpas.

Cuando yo salí de aquí / dejé mi guagua en la cuna

creí que la mamita Luna  / me la iba a cuidar a mí,

pero como no fue así /  me lo dice en una carta

p’a que el alma se me parta /  por no tenerla conmigo;

 el mundo será testigo / que hei de pagar esta falta

En su tristeza encuentra consuelo cuando muy luego, en una vuelta de mano del destino, le nace una nieta.

Por último les aviso / Que Dios me quitó mi guagua

Y echó a funcionar la fragua /  Que tiene en el paraíso

 Pasó por Valparaíso / En una linda corbeta

Que brilla como un cometa, / Me dice: en este vapor

 Me llevé a tu hija menor / Pero te tengo una nieta

Cerca de terminar su vida, vuelve al tema de la muerte infantil con una de las últimas composiciones que escribió, del canto a lo divino, el rin del angelito, en el que rinde homenaje a la tradición ya perdida, sin incorporar lo festivo:

Adónde se fue su gracia /  y a dónde fue su dulzura

 por qué se cae su cuerpo / como la fruta madura.

Cuando se muere la carne /  el alma busca en la altura  

la explicación de su vida / cortada con tal premura

 la explicación de su muerte / prisionera en una tumba

Cuando se muere la carne /  el alma se queda oscura.

Violeta transformó en poesía y canto el dolor, lo que le debe haber traído consuelo. Se sintió culpable por sobrevivir, por contagiar a otros, por estar distante y tuvo la genialidad de transformar también este elemento en verso y canto.

Construyó una relación estrecha, casi familiar, con la muerte, que de seguro la acompañó en su momento final, cuando se encontró con su vieja amiga, la flaca.

Este año hemos recordado los 100 años de su nacimiento, la redescubrimos y nos asombramos ante el abismo de su genialidad. Somos afortunados por contar con una mujer tan trascendental en nuestro acervo cultural.

Gracias, Violeta Parra.

Referencias

  1. María Nieves Alonso. La s oberanía sobre la muerte.  El caso Violeta Parra. Atenea 504 II Sem 2011 pp 11-39
  2. Victor Herrero:  Después de vivir un siglo. Penguin Random House, 2.017
  3. El rin rin del angelito. El velorio del angelito como un elemento de resistencia de los sectores populares. Siglo XIX, Santiago.U. Academia Humanismo Cristiano Tesis Licenciada en Historia, 2016
 8

0 Comments

Leave Reply Cancelar respuesta

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *

Demuestra que no eres un Robot (o al menos eres uno con sentimientos) *

Tienes ojos (u otro dispositivo compatible) para leer correo? Entérate de nuestros nuevos posts suscribiendote acá

* campo obligatorio
Artículos destacados

  • P.A.I.P.E. – LA VACUNA DEL VPH - Parte 1

  • P.A.I.P.E. MAREAS ROJAS
Comic zans

  • MIENTRAS TANTO EN LOS CUARTELES DE ETILMERCURIO – ETILMERCURIO RETURNS
Secciones
  • Especial Coronavirus
  • Etilmercurio Retrógrado
  • Todos los posts
  • EtilmerCurie
  • Arteimerosal
  • Comic Zans
  • Random Post
  • P.A.I.P.E.
  • PSLP (Por Si Lo Preguntan)
Ultimos Posts
  • MIENTRAS TANTO EN LOS CUARTELES DE ETILMERCURIO – A VOTAR
  • La preguntación de la Constitución
  • ¿De qué hablamos cuando hablamos de nueva Constitución?
  • La Constitución tiene mucha emoción
  • Etilmercurio Retrógrado | Cuarentena Parte 9 | 10/09/2020
Archivos
  • Octubre 2020
  • Septiembre 2020
  • Julio 2020
  • Junio 2020
  • Mayo 2020
  • Abril 2020
  • Marzo 2020
  • Febrero 2020
  • Enero 2020
  • Diciembre 2019
  • Noviembre 2019
  • Octubre 2019
  • Septiembre 2019
  • Julio 2019
  • Abril 2019
  • Marzo 2019
  • Febrero 2019
  • Enero 2019
  • Diciembre 2018
  • Noviembre 2018
  • Octubre 2018
  • Septiembre 2018
  • Agosto 2018
  • Julio 2018
  • Junio 2018
  • Mayo 2018
  • Abril 2018
  • Marzo 2018
  • Febrero 2018
  • Enero 2018
  • Diciembre 2017
  • Noviembre 2017
  • Octubre 2017
  • Septiembre 2017
  • Agosto 2017
  • Julio 2017
  • Junio 2017
  • Mayo 2017
  • Abril 2017
  • Marzo 2017
  • Febrero 2017
  • Enero 2017
  • Diciembre 2016
  • Noviembre 2016
  • Octubre 2016
  • Septiembre 2016

A pedido del público, nueva sección

Previous thumb

¿Es la Tierra plana?

Next thumb
Scroll
  • Home
  • ¿Quiénes somos?
  • P.A.I.P.E.
  • Arteimerosal
  • Observatorio de Medios
  • PSLP (Por Si Lo Preguntan)
  • Publica en Etilmercurio 
  • Suscribete a Etilmercurio
  • Contacto
Artículos recientes
  • MIENTRAS TANTO EN LOS CUARTELES DE ETILMERCURIO – A VOTAR
  • La preguntación de la Constitución
  • ¿De qué hablamos cuando hablamos de nueva Constitución?
2016 Etilmercurio Licencia de Creative Commons Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
Diseño web y Gráfica estudio uno