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Te llamo Llamará

Autor
Categoría
arqueologia
Biología
Ciencia
Geofísica
Fecha de Publicación
2018/10/05
Temas
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Le pusieron Llamará. Quizás por algún vocablo antiguo que resonaba en la Pampa del Tamarugal. Llamará llama a maravillarse. Llama al sol.
¿Cuántos habrán sido? ¿20, 30, 100? No se sabe bien. Sí se sabe que durante siglos mujeres, hombres y niños caminaron por el desierto, desde el mar a la cordillera, de Norte a Sur, siguiendo las estrellas, esas que se caen del cielo en las noches del Desierto de Atacama.
A veces, esas estrellas se reflejaban en las aguas hipersalinas del Salar de Llamará. Durante el día, el púrpura fosforescente de la vida original irradiaba futuro. ¿Quién iba a presagiar que esos vastos paisajes de intensidad desértica iban a desaparecer? En ellos no existe el límite entre lo vivo y lo inerte; los minerales son formados por microorganismos y los microorganismos están formados de minerales.
La eternidad detenida del desierto moldeó estructuras de yeso, inmovilizando el tiempo, siendo a su vez, albergue de la vida microbiana, la nativa y la que llegaba de repente de visita y prefería quedarse en la calma de la sal. Porque, en el desierto, todos son bienvenidos. El yeso blanco se tiñó de arcoíris y así permanecieron hasta que llegó alguien que propuso extraer el agua de este salar: había que ser productivo, argumentó.
Antes de eso, hubo otros que, con una sensibilidad científica extra planetaria, sabían que el Salar de Llamará era especial: ¡Oxidación de monóxido de carbono! ¡Fotosíntesis anoxigénica! ¡Producción de metano! ¡Oxidación de yodo! Todos esos procesos infrecuentes ocurriendo al mismo tiempo en el único salar con agua superficial del desierto absoluto. Las respuestas a la vida improbable estaban en este refugio celular.
Vida microbiana en el Salar de Llamará, los distintos colores son comunidades microbianas diferentes bajo el agua hipersalina. Fotografía @criordor
La extracción de agua comenzó. El salar se llenó de camionetas rojas, tuberías, llaves de paso y bombas como agujas tragándole la vida. El púrpura incandescente se apagó. Así como se encuentra la muerte flotando en el mar, los tapetes microbianos desprendidos del fondo de los puquios vagaban al ritmo sinuoso del viento de la tarde.
Alguien propuso que el agua que ya no se usara se reinyectara al salar. El equilibrio de millones de años, laboratorio natural de la evolución, fue reemplazado por unos cálculos hidráulicos en calculadora. Todo cambió. Se modificó la composición química del agua y con ello la atmósfera acuática de los microorganismos. ¿Viviríamos igual si nuestro aire tuviese menos oxígeno?
Cuenca del Salar de Llamará sin agua, donde las costras de sal dominan. Fotografía @criordor
Pero los microorganismos saben de sobrevivencia y ahora están obligados a participar de un proceso de selección artificial al ritmo de decisiones con casco blanco. Los microorganismos son seres vivos, sujetos de protección ambiental, pero son tan pequeños e invisibles que el clamor de su desaparición se pierde como un eco interrumpido entre los cerros del Tamarugal.
Ahora las estrellas se reflejan borrosas bajo el frío de la noche. Ya no caminan caravanas de personas como antes, deteniéndose a reflexionar sobre su existencia en estos parajes. Las claves de posibles metabolismos extraterrestres, del origen de la vida en la Tierra, de las adaptaciones más maravillosas a las condiciones más extremas del planeta, se están disolviendo en superintendencias, tribunales y empresas. Thiocapsa, Chromatium, Halorhodospira, Halomonas, Roseovarius, Loktanella, Roseicyclus, Porphyrobacter, Halorubrum, Haloarcula, Halothece, Oscillatoria, comunidad, población, gremios microbianos: resistan. Ya llegará la hora de que valoremos lo improbable, lo intangible pero importante: la vida microbiana del Salar de Llamará.