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Sputnik, a 60 años del inicio de la Era Espacial

Autor
Categoría
Astronáutica
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Fecha de Publicación
2017/10/19
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El 4 de octubre pasado se cumplieron 60 años desde que fue puesta en órbita una pequeña esfera con antenas que inició una nueva era en la exploración espacial. Esta esfera metálica de 83 kg y con dos sencillos transmisores de radio también dio comienzo a una vertiginosa competencia entre Moscú y Washington que culminaría 12 años después con el primer hombre caminando en la Luna (o al menos eso nos quieren hacer creer DESPIERTA BORREGO). Hablamos del satélite Sputnik 1, el primer objeto humano en orbitar la Tierra.
En Etilmercurio, aunque tarde, quisimos sumarnos a esta celebración con una pequeña línea de tiempo que rinda homenaje a la concepción de esta veyeza.

Un subproducto de la guerra

Si bien la teoría para poner un satélite artificial en órbita fue estudiada desde principios del siglo XX por científicos como Konstantin Tsiolkovsky, Hermann Julius Oberth y Robert Goddard, fue recién a finales de la II Guerra Mundial cuando se alcanzó el desarrollo tecnológico suficiente gracias a los nobles esfuerzos de Estados Unidos (con el mismo Robert Goddard a la cabeza), Alemania (con nombres que no suenan para nada a villano como Wernher von Braun y Ernst Stuhlinger) y en la gloriosa Unión Soviética (gracias al «Diseñador Jefe» Serguéi Koroliov) en el desarrollo de misiles. Sin embargo, fue la Alemania de Hitler la que consiguió un mayor avance gracias al misil Vergeltungswaffe 2 (V-2 para los amigos). Esta maravilla de misil, que fue utilizado por los nazis para atacar Londres, llegó un poco tarde en la guerra para Alemania, así que, a pesar de ser un arma eficaz, no logró evitar el inevitable triunfo de los aliados (al menos en el universo que le tocó vivir a Philip K. Dick). Pero lo más interesante es que después de la guerra el equipo de desarrollo de cohetes alemán, liderado por Von Braun, se convirtió en el chiche de las potencias triunfadoras y se los pelearon entre Estados Unidos, Francia, Inglaterra y la Unión Soviética.
Y a otros, en Plaza Sésamo.
A pesar que en Estados Unidos sabían del vínculo de Von Braun con el SS, decidieron hacerse los Larrys y lo acogieron en un programa de «traspaso de conocimiento» para hacerse con la tecnología involucrada en el V-2 y el Wasserfall.
Mientras tanto, en la URSS, el desarrollo corría por parte de un equipo de científicos capturados, liderado por el asistente de Von Braun, Helmut Groettrup, encargado de diseñar un cohete capaz de llevar una ojiva a cualquier parte del mundo (idealmente, hasta EE. UU.).
El desarrollo de ambas potencias continuó durante gran parte de los años 1950, generando grandes avances en la tecnología de cohetes cuyo principal fin era el transporte de ojivas nucleares. Pero a medida que las ojivas se fueron haciendo más y más pequeñas, los cohetes diseñados se volvieron poco prácticos. Con el fin de no botarlos a la basura, en ambas naciones se empezaron a utilizar con fines científicos.
Fue así como en Estados Unidos se propusieron el lanzamiento de un satélite con fines científicos durante el Año Geofísico Internacional, para lo cual barajaron tres opciones: una entregada por Von Braun y su equipo, una por el Laboratorio de Investigación Naval (NRL) y otra por la Fuerza Aérea. La agenda política llevó a la administración de Eisenhower a elegir la opción del NRL con su Proyecto Vanguard.
Casi al mismo tiempo, en la Unión Soviética se encontraba en desarrollo el misil balístico intercontinental R-7, el que sin duda era la mejor opción para lanzar un satélite (capaz de llevar a órbita sobre 1500 kg). Sin embargo, los rusos temían que el programa de satélites interfiriera con el trabajo del programa de misiles, por lo que se solicitaron alternativas. Koroliov consideró varias, pero ninguna logró superar la efectividad del R-7, por lo que tras la aprobación de Khrushchev (siempre y cuando no se viera afectada la principal finalidad del misil: derrotar a los cerdos capitalistas de occidente).

En tierra derecha

En septiembre de 1956, Estados Unidos lanzó su primer vehículo de prueba: el Júpiter C, una variante del Redstone original diseñado por Von Braun. Este pudo haber sido el primer en alcanzar órbita, sin embargo el equipo había recibido órdenes de parte del Pentágono de poner una masa inerte en lugar de la cuarta etapa de impulsión. Bien ahí, gringos.
Mientras tanto, el equipo del Vanguard seguía acumulando problemas, quedando al borde de la cancelación. Fue la CIA la que vino en rescate del proyecto, no con ganas de ser los primeros en el espacio, sino que con la idea de que al poner un satélite en órbita se podía establecer un derecho de sobrevuelo satelital (algo así como las aguas internacionales) para preparar sus satélites espías Corona. En mayo de 1957, se realizó el primer lanzamiento exitoso de un vehículo de pruebas del Vanguard, con solo una etapa de impulsión.
En la Unión Soviética, en tanto, se sacaban la mugre para construir el R-7. Durante 1956 construyeron las instalaciones de lanzamiento en Baikonur, se realizaron pruebas exitosas de los subsistemas del R-7, de las etapas de lanzamiento y de sus componentes. El diseño final del Sputnik 3 fue aprobado en septiembre del mismo año. Después de dos pruebas exitosas, le dieron el «vamoh» al lanzamiento del satélite.
Sin embargo, había un problema no menor. Pese a tener listo el enorme cohete, la construcción del satélite estaba súper atrasada. Para salir de este embrollo antes de que los norteamericanos les ganaran el quién vive, Koroliov decidió la creación de satélites sustitutos, por lo que en febrero de 1957 se aprobó la producción del Sputnik 1 y del Sputnik 2.
Réplica del Sputnik 1 en exhibición en el Museo Nacional del Aire y del Espacio en Washington (dicen que está cubierta con lágrimas de Eisenhower).

Lanzamiento

El 4 de octubre de 1957 fue lanzado desde Kazakhstan el R-7 que llevó al Sputnik 1 a la órbita. Apenas el cohete desapareció en el cielo nocturno, Koroliov y su equipo se dirigieron al sitio de observación con la esperanza de captar la comunicación del primer satélite artificial. Momentos después del lanzamiento, los operadores recibieron la señal confirmando el apagado del motor y, tras comparar el tiempo de la señal con el de los cronómetros mecánicos en tierra, concluyeron que los motores se habían apagado dentro del tiempo apropiado para llevar el satélite a órbita.
Después de una corta pausa, el teniente Borisov, utilizando una radio en una cabaña en la estación de rastreo IP-1, recibió la primera señal del Sputnik 1. ¡La Era Espacial había comenzado! La señal duró cerca de dos minutos hasta que el satélite quedó fuera de alcance. Todo el personal presente en la cabaña celebró el éxito, probablemente con botellas y botellas de vodka y buena música.
Antes de que el satélite completara su primera órbita, la agencia oficial de noticias soviética TASS anunció el lanzamiento al mundo, dejando a los gringos con así la tremenda pera (y a la Unión Soviética cantándole el trololó).
El Sputnik 1 orbitó la Tierra por tres meses, hasta el 4 de enero de 1958. Completó 1440 órbitas tras lo cual perdió velocidad y se desintegró en la atmósfera.

El héroe desconocido

Entre el misterio acerca el programa espacial y de cohetes soviético, Koroliov nunca fue mencionado en los reportes del lanzamiento. Su rol clave solo fue conocido por un pequeño círculo de oficiales e ingenieros de la URSS. A Koroliov solo le permitieron publicar las partes no secretas de su trabajo bajo el seudónimo Profesor K. Sergeyev, mientras que Leonid Sedov, un miembro de la Academia Soviética de Ciencias sin ninguna conexión con el programa espacial, fue erróneamente alabado como el Padre del Sputnik en occidente. Khrushchev rechazó el ofrecimiento del comité del Nobel de nominar al diseñador del Sputnik a un premio, insistiendo en que era el logro de todo el pueblo soviético.
Sergei Koroliov, o Checho como le decimos los amigos (?)
Tras el éxito del programa Sputnik, Koroliov fijó su vista en la Luna mediante el programa Luna o Lunik, como fue conocido en occidente. Así, convirtió a la Unión Soviética en los pioneros de la exploración del nuestro satélite natural, siendo el Luna 2 el primer objeto creado por el hombre en tocar la superficie lunar (septiembre de 1959) y el Luna 3 el primero en fotografiar su cara oculta (octubre de 1959). Posteriormente, su trabajo se enfocó en vuelos tripulados con el programa Vostok, que llevaría a Yuri Gagarin y a Valentina Tereshkova a ser el primer hombre y la primera mujer en el espacio.
Con su salud debilitada (no olvidemos que Koroliov pasó 6 años en un gulag durante las purgas estalinistas, lo que mermó severamente su salud) y tras dos ataques al corazón, Koroliov insistía en trabajar duro ya que estaba convencido de que Khrushchev estaba interesado en el programa espacial por su valor propagandístico y temía que fuera cancelado si empezaban a perder su ventaja sobre los Estados Unidos.
El 5 de enero de 1966, con 59 años, y después de complicaciones durante una operación, Koroliov falleció. Por primera vez, el público soviético supo quién era el Diseñador Jefe y le realizaron un funeral de estado. Sus cenizas fueron llevadas desde la Plaza Roja al Kremlin y fue Yuri Gagarin quien dio el discurso fúnebre.
Ya sin el Diseñador Jefe, el equipo perdió mucho de su impulso y Estados Unidos le sacó una gran ventaja con sus exitosas misiones Apolo, que le permitieron llevar los primeros seres humanos a la Luna. Sin embargo, el programa espacial soviético no se amilanó. Desarrollaron, entre otros proyectos, estaciones espaciales orbitales (el proyecto Almaz); su propio transbordador espacial, el Buran (que sí, se parecía mucho al Transbordador Espacial, pero era superior en muchos sentidos, incluyendo los sistemas de seguridad para su tripulación); una serie de sondas automáticas de exploración del sistema solar; y la Mir, la primera estación espacial habitada en forma permanente.
Hoy, la carrera espacial es historia. Sin embargo, no podemos olvidar que en la actualidad la única forma de llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional son los cohetes y naves espaciales que derivan directamente de la tecnología diseñada y probada una y otra vez por la oficina de Koroliov a mediados del siglo XX: los Soyuz.