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P.A.I.P.E.: Esas cosas llamadas homosexualidad, lesbianismo y bisexualidad

Autor
Categoría
Biología
P.A.I.P.E.
Tecnología
Fecha de Publicación
2016/11/04
Temas
6 more properties
Si es primera vez que nos lee, debe saber que los P.A.I.P.Es forman parte de una sección especial. Mire acá de qué se trata.
En colaboración con Alexis Rebdo.
¿Recuerda usted ese clásico sketch del programa de humor Plan Z, en el que Carolina Delpiano mira con cara de lástima a Rafael Gumucio luego de que este declara abiertamente ser heterosexual? Pues bien, así de ridículos deberían parecernos los prejuicios que aún tienen muchas personas respecto a la homosexualidad, el lesbianismo y la bisexualidad.
Afortunadamente, nuestra sociedad poco a poco está erradicando estos prejuicios: hay numerosas personas que luchan por igualar los derechos civiles básicos a parejas del mismo sexo, familias homoparentales y lesbomaternales, aunque aún falte bastante. En Etilmercurio queremos aportar nuestro granito de arena a este debate utilizando los argumentos que nos brindan una serie de estudios científicos al respecto: estos nos ayudarán a establecer si algunos mitos comunes sobre el tema tienen o no sustento.
Queremos dejar en claro que la homosexualidad, el lesbianismo y la bisexualidad son sólo una parte de la diversidad sexual humana (LGBTIQA) y que se definen por la orientación sexual de la persona. Sin embargo, estos conceptos se cruzan a su vez con la identidad de género y el rol de género, lo que teje una constelación de personas (transgénero, intersex...) que escapan al sistema binario de sexo/género y a la heteronormatividad que prima en nuestra sociedad. Este tema es complejo y da para nuevos artículos, así que aclaramos que este PAIPE se centrará en los prejuicios habituales que existen en torno a las conductas homosexuales, lésbicas y bisexuales.
Por último, y como opinión del equipo de Etilmercurio, somos conscientes de que una parte importante de las investigaciones sobre el tema se centran en la homosexualidad masculina. Este sesgo dificulta el adentrarse en las particularidades del lesbianismo y la bisexualidad, aunque muchos de los resultados obtenidos pueden ser aplicados a la diversidad de comportamientos sexuales tanto en humanos como en otros animales. Por ello, estamos ante muchas preguntas abiertas, y sería muy importante que los investigadores abordaran y divulgaran resultados sobre estos temas. Si usted sabe de estudios que puedan ampliar el tema hacia las comunidades menos estudiadas (LBTIQA), nos encantaría que nos informaran al respecto.
Y, sin más preámbulos, vamos a lo nuestro...

1. La homosexualidad, el lesbianismo y la bisexualidad son antinaturales.

Un momento, ¿qué es algo «antinatural»? ¿Sería algo que va contra las «leyes» de la naturaleza? ¿O algo que no ocurre naturalmente?
Porque, si es así, se supone que los humanos no podemos volar, no podemos sobrevivir a muchas enfermedades y tampoco podemos trasplantarnos órganos, pero hemos desarrollado medios para hacer todo eso.
Pero claro, cuando alguien afirma esto, lo que quiere decir es que este tipo de conductas no se observan en otros animales en la naturaleza. Que son conductas exclusivas de los seres humanos. Sin embargo, esta idea no tiene mucho sustento.
Portada de la revista Trends in Ecology & Evolution (2009, volumen 24(8)), una de las revistas de biología evolutiva más importantes.
Hay ejemplos de conductas y comportamientos homosexuales, lésbicos y bisexuales en casi todos los grupos animales sexuados. Desde, por supuesto,  mamíferos, hasta insectos, pasando por aves, anfibios, moluscos, gusanos, etc. Difícilmente podríamos afirmar que se trata de algo «antinatural» (por favor, no lo diga; antes revise la Tabla 1 de este artículo)
Es interesante revisar las razones que se han propuesto para explicar este tipo de conductas en distintos animales.
Pareja de machos de pingüino emperador.
En otros casos, se ha observado que estos comportamientos tendrían un carácter de «ensayo» o «práctica» de apareamiento con individuos del mismo sexo (particularmente machos). Esto ocurre en algunos animales cuyos encuentros sexuales con el sexo opuesto son escasos, como en las distintas especies de mosca de la fruta (1). Al parecer, este tipo de conducta sería una forma de asegurar que ese único o poco frecuente encuentro sexual sea exitoso en términos reproductivos.
En otro extremo, existen animales que tienen parejas del mismo sexo bastante fieles, las cuales usan gran parte de su energía en el cuidado de los descendientes de uno de los miembros de la pareja. De esta forma, se asegura que las crías lleguen hasta la edad reproductiva y puedan generar su propia descendencia.
Se han documentado casos de parejas homosexuales estables de pingüinos barbijo (Pyngoscelis antarticus) en cautiverio (2). También es conocido el caso del muflón canadiense (Ovis canadensis): se ha observado que los machos sólo montan a hembras que adoptan conductas de los machos (3).
Donde también existe mucha evidencia documentada es entre nuestros parientes cercanos, los simios. En muchos primates, las conductas homosexuales, lésbicas y bisexuales se dan por razones de cohesión social (permite y facilita el reconocimiento entre miembros de un mismo grupo). Un caso emblemático son los bonobos, los cuales pasan gran parte del día teniendo todo tipo de prácticas sexuales con individuos de ambos sexos.
También encontramos otros casos de cuidado homoparental y lesbomaternal en aves marinas, como ocurre en los albatros de Lysan (4): parejas de hembras que empollan huevos, construyen nidos y alimentan juntas a los polluelos, que no son necesariamente de ninguno de los miembros de la pareja.
Una pareja de hembras del albatros de Laysan (Phoebastria immutabilis) en Kaean Point, Hawaii. Foto by Eric A. Vanderwerf.
Sin embargo, tal como algunos investigadores lo han puntualizado (5), es difícil extrapolar estas conductas homosexuales, lésbicas y bisexuales a lo que vemos en humanos. En este contexto, Bailey y Zuk establecen tres categorías:
1.
Conducta homosexual: acciones entre miembros del mismo sexo atribuibles a cortejos o interacciones de apareamiento.
2.
Preferencia sexual: sexo con el cual el individuo se siente más atraído en términos sexuales al momento de tener opciones. Se diferencia de la orientación sexual, ya que la preferencia de un individuo puede cambiar eventualmente y representa a la manifestación de una conducta sexual más que a una predisposición interna estable hacia un sexo o el otro.
3.
Orientación sexual: preferencia interna estable y duradera en interacciones sexuales. Se diferencia de la identidad externa: un individuo puede identificarse externamente como heterosexual, pero mantener preferencias homosexuales, lésbicas o bisexuales en privado. La orientación sexual es independiente de la conducta sexual.
En otros animales, sólo podemos identificar la primera categoría y, en algunos casos puntuales, la segunda. El problema es que, aunque usted crea estar muy seguro de que su perrita le entiende cuando le habla, nosotros no podemos entender lo que le dice de vuelta. Por eso, no podemos —o resulta muy difícil— saber cuál es la preferencia ni la orientación sexual de estos animales: sólo podemos observar lo que hacen. Por ello, la orientación sexual muy difícilmente puede ser aplicada a animales distintos a los humanos.
El concepto de preferencia sexual implica que el individuo toma una decisión y escoge a un sexo o al otro en términos sexuales. Por eso también es complejo encontrar ejemplos en la naturaleza más allá de los comportamientos homosexuales, lésbicos o bisexuales: por la dificultad de ponerlo a prueba. Sin embargo, algunas investigaciones han demostrado que, al menos en los caballitos del diablo o damiselas (insectos zigópteros) Ischnura elegans, los machos cortejan preferentemente a otros machos, incluso al darles la opción de cortejar hembras (6). Esto podría representar un claro ejemplo de preferencia homosexual en otros animales.
Otro problema es que obtener respuestas veraces sobre preferencia y orientación sexual en humanos no es algo trivial. Como diría el doctor House, «everybody lies» (todos mienten), y los humanos más que nadie. Y es que no podemos juzgar a alguien que no quiere revelar ni su preferencia ni su orientación sexual si escapan a la norma, pues nuestra sociedad está siempre lista para atacar a quienes se atreven a hacerlo (si no fuera así, no tendríamos que hacer este post).
Es por eso que, al investigar estas categorías, los estudios pueden estar sesgados.
Pero volviendo al inicio, ¿son la homosexualidad, el lesbianismo y la bisexualidad algo «antinatural»?
De ninguna manera. Si bien es difícil extrapolar lo que observamos en humanos a otros animales, este tipo de conductas aparecen en casi todos los grupos de animales sexuados, en distintos grados y aparentemente por distintas razones.
Bagemihl (1999) consolidó y documentó una lista de cerca de 450 especies que incurren en estas conductas. Se trata de un documento frecuentemente citado en artículos y sitios que intentan luchar por derechos homosexuales, lésbicos y bisexuales (por ejemplo: The Agonist. «For equal marriage» 2008). Este mismo documento fue incluso citado por la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) en la corte suprema de los Estados Unidos durante el caso Lawrence contra Texas para los derechos de la diversidad sexual en 2003, logrando derogar una ley del estado de Texas que prohibía la «sodomía homosexual» (Gilfoyle, N.F.P. et al. (2003) Lawrence v. Texas ).

2. Ser homosexual o lesbiana es una enfermedad y se puede revertir con terapias.

En pleno año 2016 parece insólito tener que aclararlo. Sin embargo, aún hay mucha gente que de verdad cree esto.
En términos médicos, es típico de las llamadas «terapias reparativas» el creer que las interacciones sexuales con personas del mismo sexo son propias de seres «defectuosos, rotos, pecaminosos e inaceptables» (7) y que la orientación sexual «se puede y debe cambiar».
Sin embargo, hay consenso científico suficiente para poder desestimar esta hipótesis. Mucho de esto podría tener que ver con la idea de que algunos profesionales de la salud mental y, por cierto, de la sociedad, contaban con información tendenciosa y prejuiciosa al respecto. Incluso, por presiones sociales, algunas personas con orientación sexual distinta a la norma se consideran a sí mismas como enfermas. Está, por ejemplo, el caso del célebre compositor Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893), declarado abiertamente gay, quien dijo algo como «Es una enfermedad. Se me tiene que pasar».
Debemos reconocer que existe evidencia de agentes infecciosos (virus) que promueven la expresión de este tipo de conductas en humanos (8), pero el tener una orientación sexual distinta a la heterosexualidad no es, en lo absoluto, una enfermedad. Es más: hace ya varios años (en 1973) que la «homosexualidad» fue retirada del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales.
Más aun: la «terapia reparativa» es tremendamente peligrosa. El año 2000, la American Psychiatric Association emitió una declaración en la que se opone tajantemente a la práctica de estas terapias y complementó su declaración de 1998 señalando lo siguiente:
Los riesgos potenciales de las terapias reparativas son grandes. Estos incluyen depresión, ansiedad y comportamientos auto-destructivos, ya que la alineación terapista junto con los prejuicios sociales contra la homosexualidad pueden reforzar el odio a sí mismo ya experimentado por el paciente. Por lo tanto, la Asociación Americana de Psiquiatría se opone a cualquier tratamiento psiquiátrico, tal como terapia reparadora o de conversión, basada en la suposición de que la homosexualidad per se es un trastorno mental o que se base en la suposición a priori de que el paciente debería cambiar su orientación homosexual (Fuente: APA).
Es por eso que los médicos que consideran las orientaciones sexuales distintas a la norma como una enfermedad (y le aseguramos que los hay) están cargando con sus propios prejuicios y van en contra tanto de las evidencias como del consenso de sus propios pares. La World Medical Association (WMA) ha declarado que estas conductas son una expresión natural de la variación de la sexualidad humana y, por lo tanto, no requieren terapia alguna.

3. Ser gay o lesbiana es una opción, una moda.

Hay numerosos estudios que han intentado estudiar diferencias en términos genéticos entre hermanos heterosexuales y homosexuales o hermanas hetero y lesbianas para establecer alguna componente biológica. Sin embargo, establecer este tipo de relaciones es complejo, debido a que es muy difícil excluir la variable ambiental de la ecuación.
La mejor forma de controlar esta variable es usar individuos que tengan genomas idénticos y/o provengan de ambientes intrauterinos compartidos: gemelos idénticos y/o mellizos (aunque sólo en los primeros podemos tener un control total de la variable genética, pues son genéticamente iguales).
En este contexto, en un estudio recientemente publicado en Psychological Medicine se recogieron muestras de sangre y saliva de 409 pares de gemelos gays no idénticos de 384 familias (9). Se revisaron exhaustivamente las muestras, mirando la ubicación y variación de unos marcadores genéticos llamados polimorfismos de sitio único (SNP) —los cuales corresponden a diferencias en una sola letra dentro de genoma— y se midió el grado en que cada uno de estos SNPs (se pronuncia ESNIPS) fueron compartidos y/o variables en los hombres en el estudio. El único rasgo inequívocamente compartido por todos los 818 hombres era ser gay. Debido a que los gemelos no eran idénticos, todos los demás rasgos, como el color del pelo, la altura y la inteligencia variaron en diferentes grados entre cada gemelo con su par y entre todos los pares de gemelos. Esto básicamente sugiere que la orientación sexual tiene un alto componente genético y no es un «estilo de vida» que alguien eligió porque se le ocurrió, porque le convencieron sus amigos o la televisión.
Por otra parte, también hay algunos datos relacionados con un factor que podría estar contraintuitivamente relacionado con la sexualidad: el llamado «cociente 2D:4D». Este cociente corresponde al resultado de dividir la longitud del dedo índice con el anular (le apuesto a que se está mirando la mano en este momento).
El valor de esta relación tiende a ser mayor en mujeres que en hombres, y la razón es netamente hormonal. La longitud de los dedos durante el desarrollo fetal depende de las cantidades relativas de hormonas femeninas y masculinas dentro del útero. En otras palabras, a mayor testosterona en el ambiente fetal (dentro de la madre), más largo es el dedo anular respecto al índice.
Como usted sabrá, y si no se lo contamos, los embriones en los mamíferos expresan sólo genes femeninos durante el desarrollo temprano (cromosoma X)  y es necesario un aumento en los niveles de testosterona durante el desarrollo —dependiendo, obviamente, del sexo cromosómico del embrión— para poder «masculinizar» a los fetos machos (en el caso de los humanos, este estado «neutro» ocurre durante las primeras 5 a 6 semanas de gestación). Estos niveles, como mencionamos, afectan la longitud de los dedos, por lo que los hombres suelen presentar un índice 2D:4D más bajo que las mujeres (10).
En el caso de los hombres homosexuales, hay evidencia que sugiere que estos suelen tener un índice 2D:4D mayor a los hombres heterosexuales. A su vez, las mujeres lesbianas tienen este índice menor a las heterosexuales, aunque hay que precisar que este resultado es más consistente en mujeres que en hombres (11). Entonces, es posible que los niveles de hormonas sexuales dentro del útero durante el desarrollo embrionario tengan un efecto importante en la sexualidad cuando son adultos.
Con toda esta evidencia, resulta cuando menos antojadizo afirmar que se trate de una «moda» que puede cambiar el comportamiento sexual de adolescentes heterosexuales.

4. Pero si la homosexualidad y el lesbianismo tienen un componente biológico/genético, estos genes se perderán durante la evolución.

Este es un punto en el cual no podemos ser tan categóricos, pues es una pregunta aún muy abierta. También es un punto del que se escapan más las personas bisexuales, así es que nos centraremos en quienes muestran una marcada preferencia por individuos de su mismo sexo.
Es verdad que la tasa de natalidad de homosexuales y lesbianas es menor a la de heterosexuales, pensando en humanos. Pero también es verdad que tanto en humanos como en otros animales las conductas homosexuales, lésbicas y bisexuales son comunes y persistentes (punto 1). En la literatura científica, a menudo se aborda este tema como una «paradoja aparente», debido a que este tipo de conductas parecen ser inconsistentes con una «ley» básica de la naturaleza: la procreación (seguro lo ha escuchado mucho).
Entonces, desde el punto de vista evolutivo, ¿cómo podría explicarse que estas conductas persistan?
Lo primero que hay que precisar es que cuando tratamos de entender el concepto de evolución por selección natural muchas veces caemos en la idea errónea de que es simplemente «la sobrevivencia del más fuerte». Sin embargo,  la idea es un poco más compleja —y simple a la vez—. Es decir, no es ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario (?).
En efecto, los individuos de una especie con ciertas características (físicas, fisiológicas, psicológicas, etc.) con ventajas comparativas para la sobrevivencia y/o reproducción en un ambiente específico, tienen mayor probabilidad de dejar descendencia que aquellos con características menos ventajosas. Como resultado, luego de varias generaciones, estas características ventajosas se tornan en promedio más comunes en la población, a diferencia de aquellas características desventajosas, que son cada vez menos frecuentes. Dicho en otras palabras, si hay alguna característica (heredable, por supuesto) que dé ventaja respecto a otras en términos de sobrevivencia y/o reproducción, esta le hará dejar en promedio más descendientes y, por lo tanto, dicha característica estará mejor representada en la generación subsecuente.
Pero, como todo en el mundo, este mecanismo no es tajante. Hay un concepto muy interesante llamado fitness inclusivo (o adecuación biológica inclusiva), el cual indica que no hace falta que sus propios hijos o hijas sean quienes pasen sus genes «exitosos» a la siguiente generación. Basta con que sean los de su hermana o hermano (o pariente cercano), con los cuales comparte bastante información genética. Es decir, si usted siente el deseo incontrolable de cuidar la progenie de sus hermanos, lo que hace es también intentar asegurar que sus propios genes pasen, indirectamente, a la siguiente generación. Es decir, aporta al fitness inclusivo.
Hay algunos estudios que intentan establecer en qué medida aquellos genes relacionados con la homosexualidad, particularmente masculina, contribuyen al éxito reproductivo de sus parientes femeninas. De esta forma, aparece un concepto llamado «antagonismo sexual» (12), el cual justamente asocia estas dos variables (relación de genes asociados a la homosexualidad masculina que aumentan el éxito reproductivo de sus parientes hembras).
Como todo en ciencia, hay varios ejemplos que avalan esta idea (13-16) y otros que no (17). Entonces, el éxito reproductivo de las parientes femeninas podría compensar la baja natalidad de homosexuales hombres... Aunque este mecanismo podría no ser suficiente.
Ahora, recordemos algunas de las conductas homosexuales, lésbicas o bisexuales en diferentes animales mencionados en el punto 1:
1.
el aprendizaje para asegurar tanto para el éxito en las cópulas heterosexuales, como en las habilidades para mantener y adquirir territorios,
2.
la disminución de la tensión social,
3.
los cuidados homoparentales y lesbomaternales, estén o no las crías relacionadas genéticamente con uno de los miembros de la pareja,
4.
la disminución en las agresiones intrasexuales (mismo sexo), etc.
Todas estas conductas también podrían aumentar la probabilidad de pasar los genes (ya sea los propios o los de parientes cercanos) a las siguientes generaciones. Esto significa que la integración de las conductas homosexuales, lésbicas y bisexuales es, al parecer, importante para algunas especies si estas son vistas desde el punto de vista adaptativo y/o evolutivo. Por eso no parece extraño que la selección natural no las haya suprimido y sigan tan vigentes y comunes como siempre lo han sido.
Fuente: Traducido de Bailey, Nathan W & Marlene Zuk. Trends in Ecology & Evolution 24.8 (2009): 439-446. Tabla 2
En términos científicos, es claro que este tipo de conductas son comunes y ocurren en una gran variedad de animales. Por ello, determinar los efectos evolutivos de estas conductas son preguntas fascinantes que la ciencia tendrá que seguir investigando.

5. Hay relación entre la homosexualidad y la pedofilia.

«Nada que ver, chinito». El DSM 5 define la pedofilia como una excitación intensa y recurrente derivada de fantasías, deseos sexuales irrefrenables o comportamientos que implican la actividad sexual con uno o más niños o niñas prepúberes, con una duración de al menos seis meses. Otro término que se utiliza de forma habitual en este contexto es el de pederastia. Su significado engloba tanto el interés sexual hacia niños y niñas como la comisión de un abuso real (18).
Ninguna de estas definiciones endosa ni insinúa que sean propias de homosexuales. Además, no hay evidencia empírica que establezca relación alguna. Por lo que en este punto no podemos alargarnos más, pues hay tanta evidencia de la relación entre homosexualidad y pedofilia como de la existencia de osos polares en la Antártica.

6. Las niñas y niños criados por parejas del mismo sexo sufren un impacto negativo.

Un estudio publicado en Social Science Research considera que existe un abrumador consenso científico en que los hijos e hijas de padres y madres del mismo sexo no experimentan un impacto negativo mayor al que viven quienes son criados por parejas heterosexuales o familias monoparentales (19). De hecho, los hijos e hijas de parejas del mismo sexo tienen salud y bienestar por encima de la media, de acuerdo con una investigación publicada en la revista BMC Public Health (20).
A pesar de los resultados positivos, en torno a dos tercios de infantes y adolescentes de familias homoparentales y lesbomaternales experimenta algún tipo de estigma debido a la orientación sexual de la pareja que les cría, lo que repercute en su bienestar mental y emocional. Vale decir, el problema no radica en las familias lesbomaternales u homoparentales, sino en los prejuicios del resto.

7. Los homofóbicos sienten atracción sexual por los homosexuales

Este es un prejuicio común que, al parecer, podría no ser del todo falso.
Hace dos décadas (21) se publicaron los resultados de un estudio que indagó el papel de la excitación homosexual en hombres «exclusivamente heterosexuales» que admitieron un afecto negativo hacia las personas homosexuales (u homofóbicos, para decirlo con todas sus letras). Se les organizó en dos grupos, uno conformado por heterosexuales homofóbicos y otro conformado por heterosexuales no homofóbicos en base a su puntaje en un índice llamado «Índice de Homofobia». Se les monitoreó la circunferencia del pene mientras eran expuestos a estimulación sexual explícita, consistente en videocintas heterosexuales y homosexuales, siendo estas últimas tanto masculinas como femeninas.
Quizás para su sorpresa, los resultados de este estudio son bastante interesantes, ya que concluyeron que sólo los hombres homofóbicos presentaron un incremento en la erección del pene frente al estímulo homosexual masculino.
Más recientemente, un estudio publicado en la revista Journal of Sexual Medicine sugiere que algunos hombres que tienen una actitud negativa hacia las personas homosexuales muestran un mayor interés en las actividades homosexuales que sus contrapartes no homofóbicas (22) .
¡Así es que American Beauty tenía razón! (#SpoilerAlert)

Referencias

1.
McRobert, S.P. and Tompkins, L. Two consequences of homosexual courtship performed by Drosophila melanogaster and Drosophila affinis males. Evolution Int. J. Org. Evolution 42, 1093–1097, 1b) McRoberts, S.P. et al. (2003) Mutations in raised Drosophila melanogaster affect experience-dependent aspects of sexual behavior in both sexes. Behav. Genet. 33, 347–356
2.
Zuk M, Marlene Z. Family values in black and white. Nature. 2006;439(7079):917–917.
3.
Bagemihl B. Biological Exuberance: Animal Homosexuality and Natural Diversity. Macmillan; 2000. 768 p.
4.
Young LC, Zaun BJ, VanderWerf EA. Successful same-sex pairing in Laysan albatross. Biol Lett. 2008;4(4):323–5.
5.
Bailey NW, Marlene Z. Same-sex sexual behavior and evolution. Trends Ecol Evol. 2009;24(8):439–46.
6.
Van Gossum H, De Bruyn L, Stoks R. Reversible switches between male–male and male–female mating behaviour by male damselflies. Biol Lett. 2005;1(3):268–70.
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Ford JG. Healing Homosexuals: A Psychologist’s Journey Through the Ex-Gay Movement and the Pseudo-Science of Reparative Therapy. J Gay Lesbian Psychother. 17 de abril de 2002;5(3-4):69–86.
8.
Cochran GM, Ewald PW, Cochran KD. Infectious Causation of Disease: An Evolutionary Perspective. Perspect Biol Med. 2000;43(3):406–48.
9.
Sanders AR, Martin ER, Beecham GW, Guo S, Dawood K, Rieger G, et al. Genome-wide scan demonstrates significant linkage for male sexual orientation. Psychol Med. 2015 May;45(7):1379–88.
10.
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11.
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