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La evidencia científica de la Crisis Climática

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Biología
Física
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Salud Pública
Medicina
Fecha de Publicación
2019/09/19
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Hemos escuchado majaderamente que la crisis climática es una certeza científica y que ha sido ocasionado por acción humana. Numerosas voces ciudadanas están presionando a las instituciones y los gobiernos para que se escuche a la comunidad científica: la evidencia existe desde hace décadas y es hora de actuar.
Sin embargo, aún hay quienes señalan que el eufemísticamente llamado cambio climático (aconsejamos revisar esta infografía de Pictoline para entender por qué es mejor hablar de crisis climática) es parte de un proceso natural o que no hay pruebas suficientes de que esté ocurriendo. Todo este tipo de afirmaciones, no importa cuan mesuradas o bienintencionadas sean, son parte del negacionismo a la crisis climática. ¿Por qué? Porque no estamos hablando de cuántos dientes tiene una marraqueta.
La existencia de la crisis climática, su gravedad y su origen antropogénico (es decir, a causa de la acción humana) no es un debate. Es como decir que la Tierra es un geoide, que las enfermedades son causadas por microorganismos o que el ser humano es solo una más de las millones de especies que ha vivido en el planeta. Independiente de si se alinean a nuestras creencias o a nuestra postura política, esos son los hechos. Y debemos trabajar y tomar acciones concretas a partir de ellos.
Incluso entre quienes asumen esta realidad hay actores que por convicciones políticas o posturas económicas propias creen que la actual crisis climática es una contingencia, un escollo. Y, por lo tanto, debería solucionarse usando las mismas estrategias basadas en la libre competencia que se usan para enfrentar, por ejemplo, la destrucción de la capa de ozono.
Lo cierto es que la crisis climática no puede solucionarse simplemente con bonos de carbono, reemplazando algunos productos contaminantes por otros menos contaminantes. Tampoco se soluciona reciclando desechos, abandonando el consumo de carne o cambiando todos los vehículos a combustión por vehículos eléctricos. No hay soluciones mágicas, porque la crisis que estamos viviendo es un subproducto del sistema social y productivo mundial. No es una anomalía: es una consecuencia esperable de la forma en que se produce riqueza en el mundo y la forma con que creímos (o nos dijeron) se conseguía el bienestar humano.
En este artículo nos centraremos en revisar las evidencias que existen para afirmar que estamos viviendo una crisis climática, la evidencia de lo peligroso que es esto no solo para los ecosistemas y otras especies que habitan el planeta, sino para la civilización y el ser humano mismo. Y también revisaremos las medidas propuestas desde la ciencia para evitar que las temperaturas globales sigan en aumento. En resumen, este artículo es una guía básica para pararnos sobre los hechos científicos y desde ahí poder discutir, planificar y actuar.

Certezas científicas

Antes de partir, tenemos que ponernos de acuerdo en la forma de comunicarnos. Porque no significa mucho que digamos «esto sube o esto baja tanto» sin tener alguna referencia clara. Por eso, adoptaremos el estándar de los informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático y usaremos como línea base la temperatura promedio del planeta en tiempos previos a la industrialización. Con esa base se pueden trazar distintos escenarios de cómo estaremos en 2100 (pronto) y se pueden hacer proyecciones de los efectos de esa diferencia de temperatura en distintas dimensiones del funcionamiento del planeta.
También debemos tener claro desde ya que cuando hablamos de un aumento de 1 ºC, 1,5 ºC, 2 ºC o más no estamos diciendo que la temperatura aumentará de manera uniforme en todo el planeta: se trata de un aumento promedio. Es decir, hay regiones donde la temperatura aumentará más o menos y también habrá variabilidad estacional (por ejemplo, los inviernos pueden ser más fríos y los veranos más cálidos). Son estas diferencias las que van configurando un panorama mucho más caótico para el clima del planeta y que van generando efectos en cascada.
Por último, y no menos importante, debemos recordar que los reportes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de las Naciones Unidas se construyen con la contribución de centenares de actores y se basa en miles de publicaciones científicas, revisadas a su vez por más de mil científicas y científicos para asegurar la rigurosidad metodológica de los estudios. Es decir, no se trata de conclusiones y recomendaciones tomadas a la rápida por un puñado de personas encerradas tras cuatro paredes.
Detrás de estas certezas hay miles de personas que se han especializado muchos años en entender los fenómenos climáticos y que llevan décadas investigando y entendiendo los procesos que nos han llevado al escenario actual.

Certeza 1: las concentraciones de dióxido de carbono nunca habían sido más altas que ahora (y es a causa de la actividad humana)

El dióxido de carbono (CO2) es la forma más oxidada del carbono. Naturalmente, las plantas absorben este gas y lo convierten en materia orgánica en un proceso llamado fotosíntesis. A A causa de los procesos metabólicos de los seres vivos y de la degradación de materia orgánica, el dióxido de carbono lleva millones de años acumulándose bajo la superficie terrestre y marina sobre todo en forma de hidrocarburos. El uso de estos compuestos como combustible por acción humana ha hecho que los niveles de CO2 se eleven a niveles nunca antes registrados. A esto se suma el aumento de concentración de otros gases de efecto invernadero como el metano y óxido nitroso que contribuyen al calentamiento global.
Profundicemos un poco en el efecto invernadero. La radiación solar llega al planeta y hace que este se caliente. Si no existiera atmósfera, este calor se perdería rápidamente. Sin embargo, la presencia de distintos gases en la atmósfera hacen que exista el efecto invernadero, es decir, que la temperatura se mantenga relativamente estable en el planeta, alrededor de 14°C en promedio.
Pero el incremento de los gases de efecto invernadero mantiene «atrapado» más calor en la atmósfera, lo que aumenta la temperatura del planeta. Esta es una de las principales causas del cambio climático.
Fuente: Climate Kids, NASA
La concentración de dióxido de carbono en el planeta ha variado en el tiempo, sin embargo es claro cómo en apenas unas pocas décadas ha superado las 400 ppm (partículas por millón), el nivel más alto registrado en cientos de miles de años.

Certeza 2: el planeta se está calentando (y también es a causa de la actividad humana)

El Reporte del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de las Naciones Unidas es claro: se estima que las actividades humanas ya han causado aproximadamente un aumento de las temperaturas globales en 1,0 ºC promedio por sobre los niveles preindustriales (con un rango de 0,8 a 1,2 ºC). Además, es muy probable que esto llegue a 1,5 ºC entre 2030 y 2052 si continúa la misma tendencia de hoy (1).
Repetimos: esto es un aumento promedio. Y, por lo mismo, el argumento de «ah, pero es que este invierno estuvo más frío y cayó más nieve» o en palabras de Jorge González «creí que este invierno sería menos frío que el anterior y aquí estoy congelándome» es en realidad la versión climática de mirarse el propio ombligo y asumir que todos tienen pelusas de lana roja.
El aumento de temperaturas es mayor en las masas de tierra y menor en los océanos. De hecho, entre un 20 y un 40% de la población mundial ya vive en regiones que han experimentado un aumento de 1,5 ºC en al menos una estación del año (1).
¿Cómo se explica que el aumento de la temperatura de la Tierra sea por acción humana? Como lo mencionamos anteriormente, esto se debe a la acumulación de gases de efecto invernadero que han producido que la temperatura del planeta aumente, y como ya ha sido descrito, estos gases se han elevado por acción humana.

Certeza 3: los efectos del calentamiento global se reportan en distintos ambientes: océanos, criósfera, suelos, atmósfera

En las últimas décadas, el calentamiento del planeta ha producido una reducción de la criósfera (por criósfera nos referimos, en general, a los hielos, glaciares y nieves de la Tierra). El derretimiento de hielos está provocando un aumento en el nivel de los océanos. De hecho, entre 2006 y 2015, solo el derretimiento de los hielos de Groenlandia han contribuido a aumentar el nivel de los océanos 0,77 mm al año (2). Si la capa de hielo de Groenlandia se derritiera completamente, podría contribuir a aumentar el nivel del mar en 7 metros (3) lo que, por supuesto, cambiaría totalmente las líneas costeras y planisferios. De hecho, muchas ciudades e incluso países insulares enteros se volverían inhabitables.
Las nieves están retirándose de las montañas: prácticamente en todas las áreas montañosas, la profundidad, la extensión y la duración de la cubierta de nieve ha declinado en las últimas décadas, en especial en las elevaciones más bajas (2).
En general, si se sigue emitiendo una gran cantidad de gases de efecto invernadero, se prevé que cuando termine el siglo XXI el nivel de los océanos habrá aumentado en 84 cm promedio. En un escenario de bajas emisiones, el nivel de los océanos aumentaría en 43 cm (2). Mares más grandes significan una amenaza a todas las áreas costeras y a territorios insulares, lo que provocará el desplazamiento de millones de personas, con las consecuentes crisis humanitarias.
La proyección para Latinoamérica y Chile en particular no es auspiciosa. Las investigaciones recientes muestran un descenso paulatino de las precipitaciones en la Patagonia chilena durante las últimas tres o cuatro décadas (4). De hecho, 2016 fue un año especialmente seco y desastroso para la Patagonia chilena. Durante la primera mitad de ese año, las lluvias y el caudal de los ríos se redujo a la mitad (o menos) de su promedio para ese periodo. Además, se produjeron más incendios forestales de los habituales y ocurrió uno de los peores afloramientos algales nocivos de Pseudochattonella sp. y Alexandrium catenella (más conocidas como «marea roja») jamás registrados en el océano Pacífico, desde las costas de la Región de Aysén hasta Curiñanco, en la Región de Los Ríos (4). Todos estos hechos han sido vinculados al agujero en la capa de ozono y al aumento de las temperaturas globales por la crisis climática que vive el planeta.
Por otro lado, en el norte de Chile se han registrado lluvias torrenciales que han ocasionado eventos catastróficos como el aluvión de Chañaral el año 2015. En el Altiplano se pronostica que las temperatura aumentará y habrá una disminución de las precipitaciones, lo cual ocasionaría un aumento de la evaporación de agua en el suelo y ejercería mayor presión sobre los recursos hídricos subterráneos (5).
Los modelos climáticos muestran que en un escenario de 2 ºC por sobre los niveles preindustriales, más del 15% de la superficie terrestre estará expuesta a olas de calor perniciosas para la salud humana. Casi todos los países europeos tendrán un aumento en el peligro de incendios y 106 países sufrirán pérdidas importantes en la producción de trigo. Hacia fines del siglo XXI, más del 95% de los países se expondrán a olas de calor potencialmente letales, siendo India y Brasil los países que sufrirán las peores consecuencias (6).
Las temporadas de incendios forestales durarán más de 50 días hacia fines del siglo XXI y alrededor del 74% de la superficie se verá expuesta a incendios forestales mayores y más frecuentes (particularmente en Estados Unidos, Canadá, Brasil, China, Australia y Rusia) (6). Además, a causa de las menores precipitaciones y mayor sequedad del ambiente, la regeneración de la superficie forestal ha mostrado un decaimiento notorio en el siglo XXI. Eso significa que los bosques destruidos por incendios forestales tendrán una disminución en su densidad (si se recuperan), mientras que otros simplemente no volverán a crecer (7). Estas situaciones están amenazando de forma grave a numerosos ecosistemas y probablemente significará la extinción de especies arbóreas, lo que provocará una disrupción en el ciclo biológico global (6, 7).
Y no basta con tomar medidas estrictas para evitar los incendios provocados por personas. En 2018, solo se necesitaron las chispas de unos martillazos y de una llanta contra el pavimento para provocar los devastadores incendios de Ranch y Carr en California (8). En regiones como esta, el aire se ha vuelto tan seco y cálido, y la vegetación está tan seca por la falta de agua, que apenas unas chispas involuntarias bastan para provocar incendios incontrolables.

Acidificación del océano

El aumento de dióxido de carbono en la atmósfera está produciendo cambios en el pH de los océanos: estos ya han absorbido entre el 20 y el 30% de todo el dióxido de carbono de origen humano desde 1980, lo que, junto con el aumento de la temperatura, está acidificando las aguas marinas. Además, el oxígeno del mar se ha reducido en un 0,5 - 3,3% en los primeros mil metros de profundidad (2).
Se ha calculado que, a fines del siglo XXI, los niveles de CO2 alcanzarían entre 800-1000 ppm, lo cual corresponde a una baja de 0,3 - 0,4 unidades de pH en el océano. La disminución del pH en conjunto con el aumento de temperatura, la disminución de la disponibilidad de nutrientes, entre otros, tendrán consecuencias dramáticas en las tramas tróficas marinas (es decir, en la cadena de intercambio de nutrientes y energía que ocurre entre los seres vivos) (9, 10, 11).
Las condiciones futuras de los océanos son completamente diferentes a aquellas donde se desarrollaron los organismos marinos en los últimos 420 mil años. En particular, el aumento de temperatura y CO2 producirá graves consecuencias en los arrecifes de coral (formados por carbonato de calcio). Los arrecifes serán menos diversos y las estructuras de carbonato más débiles. Asimismo, la sobreexplotación pesquera junto con la disminución de la calidad de agua, pondrían a los arrecifes en una situación de colapso funcional (9, 10, 11).
Aproximadamente el 25% del CO2 emitido por todas las fuentes antropogénicas entra en los océanos y reacciona con el agua, lo que produce ácido carbónico (el mismo que tiene la Coca-Cola). El ácido carbónico se disocia para formar iones bicarbonato y protones, los cuales, a su vez, reaccionan con iones carbonato para producir más iones bicarbonato, lo que reduce la disponibilidad de carbonato en los sistemas biológicos. La disminución de las concentraciones de iones carbonatos reduce la tasa de calcificación de organismos marinos como los que forman los arrecifes de coral. Estos se encuentran bajo un gravísimo riesgo incluso en el caso en que el aumento global de temperatura se limite a 1,5 ºC, tal como lo establece el Acuerdo de París (2, 9, 10, 11).
¿Y en qué nos afecta la destrucción de los arrecifes de coral?, podría preguntarse usted. De partida, esto afectará severamente la biodiversidad y la cantidad de organismos marinos en los océanos (2). Muchas especies se extinguirán y la composición de la flora y fauna marina cambiará radicalmente. Esto afectará de forma severa en la provisión de alimentos marinos, la protección de las costas (ya que aumentará el riesgo de marejadas e inundaciones) e incluso en el turismo. Y también se prevé que estos cambios aumenten los afloramientos de algas nocivas, como la famosa marea roja, reduciendo aun más la provisión de alimentos (2).
La temperatura del agua de mar es más alta (+0.7°C), el pH más bajo (−0.1 pH unidades) y las concentraciones del ion carbonato (~210 mmol kg−1) más bajas que en cualquier otro momento en en los últimos 420 mil años (10).
Efecto de la acidificación del océano y aumento de temperaturas en arrecifes de coral, con concentraciones sobre 500 ppm de CO2 y aumento de 3 °C, desaparecen las estructuras de coral y con ellas la biodiversidad asociada.

Certeza 4: El calentamiento global y la acción humana ha provocado extinciones de organismos y disminución de sus abundancias

La especie humana es solo una más de las millones de especies de organismos que habitan la Tierra. Las distintas especies han evolucionado y se han adaptado a las condiciones actuales del planeta, generando una fuerte red de interdependencia. El hábitat es el lugar donde vive una especie y el conjunto de estos ambientes y otras especies forma un ecosistema. Pequeños cambios en un ecosistema pueden generar alteraciones importantes en la totalidad del sistema.
Como veíamos antes, la absorción de un promedio del 25% de las emisiones dióxido de carbono en los océanos, combinado con el aumento de temperaturas, ponen en peligro a numerosas especies, la seguridad de las costas ante desastres e incluso la provisión de alimentos para consumo humano. Es decir, estos cambios, que parecen sutiles, ponen en peligro a numerosas especies al alterar las condiciones para las que evolucionaron, haciendo más probable que reduzcan su población o se vean forzadas a cambiar de hábitat (2, 9, 10, 11).
La contaminación, aumento de temperatura, acidificación del océano, la llegada de especies invasoras que fueron forzadas a migrar por los daños a su ecosistema original, entre otros, son factores claves que explican el aumento de pérdida de especies y derechamente su extinción. La flora y la fauna del planeta puede desaparecer, como los dinosaurios, diría Charly García. Así, de repente, sin darnos cuenta siquiera de que alguna vez existieron.
Se estima que más del 40% de las especies de insectos están amenazadas de extinción y los coleópteros son los que corren mayor peligro (12). Si bien la crisis climática no es la única responsable de la muerte de los insectos (también hay factores como la gran pérdida de hábitat a causa de la agricultura intensiva, los contaminantes agroquímicos y la invasión de especies exóticas), lo que está claro es que la desaparición de estos bichitos sería desastrosa para el planeta, tal como les contamos en uno de nuestros artículos anteriores. Los insectos tienen un papel fundamental en los ecosistemas: polinizan las plantas, reciclan la materia orgánica, sirven de alimento a otros animales... Una caída tan fuerte en su diversidad tendría consecuencias tan catastróficas que resultan casi imposibles de prever.
¿Se imagina un mundo sin hormigas? ¿Sin flores? ¿Se imagina un bosque sin el trinar de los pájaros en la mañana? ¿Se imagina un océano vacío de peces donde solo flotan trozos de plástico? Ese es el mundo que estamos construyendo.
La pérdida de hábitat es una de las principales causas de pérdida de biodiversidad, principalmente asociado a su degradación. Además otros factores son la sobreexplotación (por ejemplo, en peces), aparición de especies invasoras y nuevas enfermedades, contaminación y cambio climático.

Certeza 5: La crisis climática producida por el calentamiento global está provocando migraciones, hambruna y conflictos en todo el mundo

Incluso en el escenario del límite de 2 °C del acuerdo de París, las cosechas a nivel mundial se reducirán en forma drástica y el cambio de precipitaciones en Chile provocará la desertificación de la zona central, donde se concentra el 50% de las cosechas de trigo (13).
Las cuatro mayores cosechas del mundo —trigo, soya, arroz y maíz— concentran el 40% de las calorías ingeridas mundialmente. Todas estas cosechas están en riesgo de sufrir una gran baja en su producción a causa de los cambios en las temperaturas y las precipitaciones, lo que pone en riesgo la alimentación de miles de millones de personas (13).
De hecho, parte de esta situación ya se está viviendo en la actualidad. Desde las regiones de Arica a Biobío se está sufriendo lo que llaman una «megasequía», con un déficit de hasta 82% de agua con respecto a un año normal. Pero el problema es que seguimos hablando de año normal, como si esta sequía fuese una situación temporal. Lo cierto es que debemos asumir que esto ya no es un caso excepcional, sino la nueva norma (14). Las regiones de Arica a Biobío han sufrido un proceso de desertificación y no podemos esperar seguir gastando agua al mismo ritmo que se hacía hace 20 años.
Los países más pobres y las personas en situación de vulnerabilidad —sobre todo niñas, niños y mujeres— son quienes sufrirán las peores consecuencias de la crisis climática, según se explica en el Marco de Sendai para la Reducción de Riesgo de Desastres (15).
Citaremos textualmente dicho informe: «[Entre 2005 y 2015,] más de 1.500 millones de personas se han visto perjudicadas por los desastres en diversas formas, y las mujeres, los niños y las personas en situaciones vulnerables han sido afectados de manera desproporcionada. Las pérdidas económicas totales ascendieron a más de 1,3 billones [millones de millones] de dólares. Además, entre 2008 y 2012, 144 millones de personas resultaron desplazadas por desastres. Los desastres, muchos de los cuales se ven exacerbados por el cambio climático y están aumentando en frecuencia e intensidad, obstaculizan significativamente el progreso hacia el desarrollo sostenible. La información existente indica que, en todos los países, el grado de exposición de las personas y los bienes ha aumentado con más rapidez de lo que ha disminuido la vulnerabilidad» (15).
En los países en desarrollo, los daños humanos y materiales provocados por los desastres socionaturales (incluyendo los desastres asociados a la crisis climática) son desproporcionalmente mayores a los daños que sufren los países desarrollados (15), simplemente porque los primeros tienen menos recursos (humanos y materiales) para mitigar y adaptarse a desastres como inundaciones, huracanes, desertificación y pérdida de cosechas.

Certeza 6: La crisis climática afecta a la salud poblacional

Un aspecto crítico de la emergencia climática es que influirá en la epidemiología de diversas enfermedades (16). A causa del aumento de temperatura, de los eventos extremos climáticos, de la contaminación ambiental y la malnutrición, provocará un incremento de enfermedades transmitidas por el agua (enfermedades diarreicas como cólera), así como un aumento en la distribución geográfica y el número de personas afectadas por enfermedades transmitidas por vectores (malaria y dengue, entre otras) (1). Además, debido al deterioro del ambiente y a los forzados cambios demográficos, diversas poblaciones verán aumentado su riesgo de exponerse a enfermedades zoonóticas e infecciosas emergentes (17).
El tema es tan importante para la salud de las personas que el año 2018 el Ministerio de Salud chileno presentó el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático del Sector Salud, en el que se identificaron los impactos nacionales y locales (18).
Los impactos nacionales afectarán a diversas áreas del país, principalmente por los eventos hidrometeorológicos extremos (olas de calor, sequía y lluvias extremas) que provocan inundaciones, desbordes de ríos y aluviones. Estos eventos, como se indicó anteriormente, producirán efectos en la salud, por el efecto directo e indirecto de estos fenómenos.
Las temperaturas extremas impactan especialmente a grupos de población vulnerable como adultos mayores, embarazadas, población de bajos recursos, personas con enfermedades crónicas y quienes realizan periódicamente actividades al aire libre en zonas de intensa radiación solar, sufriendo consecuencias como deshidratación y otras relacionadas a la exposición a rayos ultravioleta, como cataratas y cánceres a la piel (18).
Los impactos locales se dividen dependiendo de la zona: norte, centro, sur y austral, tal como se aprecia en la figura.
El impacto en la salud mental de las personas también fue un aspecto que se incluyó en el Plan, debido a que el cambio climático genera en las comunidades sensaciones de angustia y ansiedad que derivan en depresión, abuso de sustancias o violencia. Esto no solo a nivel individual, sino también comunitario, pues son poblaciones que se ven enfrentadas a grandes niveles de estrés en su conjunto (18).

Certeza 7: Las científicas y científicos, activistas sociales y dirigentes políticos que luchan contra el cambio climático están en riesgo.

El año 2018 se documentaron 164 casos de personas que fueron asesinadas por defender causas ambientales. El sector más peligroso corresponde a la minería: 43 activistas ambientales fueron asesinados por protestar contra los efectos destructivos de la explotación de minerales.
El 75% (1.169 de un total de 1.558 personas) de las muertes mundiales de activistas entre 2002 y 2017 se concentran en Sudamérica. Brasil es el país más peligroso para quienes luchan contra el cambio climático y proyectos dañinos para el medio ambiente. En ese país, 609 activistas ambientales han sido asesinados en un periodo de 15 años (19).
Distribución espacial de las muertes de defensores ambientales en el mundo relacionados a la agroindustria, explotación forestal, minería e industria extractiva, agua y represas y caza furtiva (2014-2017). Fuente: Butt et al. (19).
El Acuerdo de Escazú es un acuerdo firmado por 19 países y ratificado por 6. Este acuerdo busca que todas las personas tengan acceso a información confiable y oportuna para participar en las decisiones que afectan sus vidas y sus territorios, de manera de acceder a justicia en temas ambientales. Esto es crucial para poder dar cumplimiento a la Agenda 2030 y los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU (20).
Por ejemplo, en el artículo 9 del tratado, se describen los compromisos de los países sobre las personas que son defensoras de derechos humanos en temas ambientales, como se describe a continuación:
En Chile, recordamos el caso de Macarena Valdés, quien fue asesinada por oponerse a un proyecto hidroeléctrico que se iba a instalar en las cercanías de la comunidad Newen Trangil. En tanto, el ganador del premio Goldman, Alberto Curamil, lleva más de un año en prisión preventiva: el liderazgo local del lonko Curamil consiguió frenar, entre otros, proyectos de hidroelectricidad como Alto Cautín y Doña Alicia. Asimismo, Rodrigo Mundaca, quien lucha por el derecho al agua y se opone a la agricultura intensiva de paltos fue distinguido en Alemania en septiembre de 2019 con el Premio Internacional de Derechos Humanos de Núremberg. Mundaca y otros activistas por el agua han sido víctimas de juicios, agresiones y amenazas de muerte.
Video de Amnistía Internacional Argentina que explica el Acuerdo de Escazú.
Es decir, en el mundo, luchar contra el cambio climático y las prácticas industriales dañinas para el medio ambiente y los derechos humanos es algo peligroso. Esto explica la importancia de suscribir compromisos como el Acuerdo de Escazú. Incluso, la comunidad científica independiente puede estar en riesgo. La evidencia científica es producida por personas que deben ser protegidas y su libertad de expresión debe ser cautelada por los estados.

Certeza 8: El cambio climático afecta más a las mujeres, niños y personas de escasos recursos

Aunque todas las poblaciones se verán afectadas, el cambio climático tendrá mayores repercusiones en habitantes de pequeños estados insulares, en población de regiones costeras, en los niños (especialmente en niños de países pobres), en mujeres, niñas y en personas mayores (16, 21).
En los países en desarrollo, es común que las actividades relacionadas a conseguir y transportar agua y combustible recaiga principalmente en mujeres. Como referencia, en 25 países del áfrica subsahariana, el 70% de los esfuerzos para trasladar agua recae en mujeres y niñas, con un trayecto promedio de 30 minutos, en muchos casos requiriendo varios viajes al día. En la medida que aumenten las zonas geográficas bajo régimen de sequía la presión por la obtención de agua en una distribución desigual de roles por género generarán otros problemas que presentarían un aumento:
Violencia contra la mujer
Mortalidad materna
Matrimonio infantil
Infecciones
Hambre
Malnutrición
Usurpación ilegal de tierras
Pobreza
La crisis climática es una realidad. El planeta como lo conocemos nunca volverá a ser el mismo. Es urgente tomar decisiones y salvaguardar los equilibrios ecosistémicos. La urgente disminución de emisiones de dióxido de carbono es un imperativo ético, de sobrevivencia.
¿Qué hace que existan personas que nieguen la existencia de estos cambios? Varios de ellos son políticos que toman decisiones importantes.
¿Cómo el conocimiento científico y social permite tomar buenas decisiones? ¿Cómo el conocimiento hace cambiar las estructuras de pensamiento hegemónicas?
En un siguiente artículo, explicaremos en detalle los diversos mitos sobre el cambio climático y cómo los distintos gobiernos han fallado en frenar la crisis climática.

Referencias

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