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¿Einstein o Newton? Es relativo.

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Fecha de Publicación
2017/05/02
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Por Joaquín Barañao para Etilmercurio
Joaquín ha expandido el contenido de su libro, Historia Universal Freak, para presentarlo como un artículo completo en Etilmercurio.
Así como los amantes del fútbol pueden entretener sus sobremesas con el eterno «Pelé versus Maradona», los amantes de la ciencia cuentan con el incombustible «Newton versus Einstein» (como acá en Science-Kombat).
Es tanto lo que se ha escrito de don Alberto que los mitos permean los hechos. Partamos por lo obvio. En la era de la autoayuda y las recetas de liderazgo exprés, los fiascos iniciales de los grandes cracks son la golosina ideal. Y que el genio por antonomasia de los tiempos modernos fracasara en matemáticas sería el más hipercalórico de todos.
La realidad es que, aunque es cierto que aprendió a hablar recién a los tres años (1), desde muy niño demostró talento. De hecho, vivía tan absorto en el mundo de la física y las matemáticas que daba bote en latín y griego. Tales deficiencias motivaron a un profesor a profetizar que «nunca hará nada de provecho» (2), el probable origen del mito de que Einstein sudaba con los números, noción que se ha convertido en el máximo consuelo de los estudiantes que sí padecen tal suerte.
La performance de juventud no pintaba para grandes cosas. A los 16, Einstein falló en los exámenes de admisión a la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (3). Perseveró y logró enrolarse en matemáticas y física. Se graduó con la segunda peor nota de su clase. La única peor fue su futura esposa, Mileva Marić (más tarde se divorciaría de ella para casarse con Elsa Löwenthal, prima hermana por el lado materno y prima de segundo grado por el paterno). Una vez egresado, fue el único alumno de su sección a quien no le ofrecieron empleo (4). Al no poder encontrar un puesto de profesor universitario, pasó dos frustrantes años haciendo clases particulares a tres francos suizos la hora (5). Para empeorar las cosas, debía lidiar con dificultades de orden práctico. Durante cinco años, desde que renunció a la nacionalidad alemana para evitar el servicio militar y hasta que recibió la ciudadanía suiza en 1901, Einstein era un apátrida (6) (a la postre, vivió bajo nada menos que siete nacionalidades a lo largo de su vida). Fue sólo gracias a los buenos oficios de un amigo que logró un puesto como examinador técnico de tercera categoría en la oficina de patentes de Berna, en 1902.
Desde aquel escritorio comenzó a deslumbrar al mundo. Su primer trabajo, publicado en el Annalen der Physik, fue sobre la física de los fluidos en las pajitas para beber (7). El «año milagroso» fue 1905: publicó tres trabajos que cambiaron el mundo. Primero vino el movimiento browniano; luego la relatividad especial, en el mismo número en que se publicó la teoría cuántica de Planck (¡vaya ejemplar de colección!). El texto no contenía ninguna cita, ninguna referencia bibliográfica y no mencionaba ningún trabajo que lo hubiera precedido, como si su mente, en medio de un paseo solitario, se hubiera encontrado de bruces con la intuición más aguda del siglo XX. La tercera maravilla fue el efecto fotoeléctrico, el fenómeno que nos permite generar energía fotovoltaica, y que le permitió ganar el Nobel 16 años después. Su promoción a examinador de segunda categoría había sido recientemente rechazada (8).
¿Y por qué tanto escándalo con la Teoría de la Relatividad? Digamos que el chascón descubrió que las leyes de la física son idénticas en todo sistema inercial (es decir, que ocurren al interior de sistemas de referencia que no están acelerando) y explicó por qué la velocidad de la luz es la misma para cualquier observador, independiente del movimiento de la fuente: porque la velocidad y la gravedad deforman el tiempo. No parece gran cosa, pero la cascada de consecuencias que de ello se desprenden es un mazazo al sentido común. En especial, la relación entre masa y energía, que hasta estos hallazgos eran peras y manzanas, pero que resultaron ser distintas variedades de peras. Por ejemplo, cuando el tenista Samuel Groth batió el récord mundial al enviar un saque a 263 km/h, la bola ganó 0,0000000000017 gramos en su viaje (9). O, a escala cosmológica, entérese de que el Sol transforma 4,4 miles de millones de toneladas de masa en energía cada segundo (10).
En 1919, se avecinaba un eclipse total en la costa oeste de África. Sir Arthur Eddington viajó a confirmar experimentalmente la teoría: de ser cierta, la gravedad del sol curvaría la luz de otras estrellas. Dicho y hecho: Einstein se volvió una celebridad, aun cuando pocos entendían en serio de qué se trataba todo este lío. A Eddington le preguntaron si acaso era cierto que solo tres personas en el mundo lo entendían. El astrónomo guardó silencio y al fin respondió «Estoy tratando de pensar quien es el tercero» (11). The New York Times tardó en dimensionar la chichita con la que pretendía curar a sus lectores: para entrevistar a Einstein sobre la novedad, envió a su corresponsal de golf (12).
Aunque son estos principios los que subyacen a la energía nuclear, Einstein los veía como un ejercicio teórico circunscrito a los pizarrones: «No hay el más remoto signo de que la energía nuclear será algún día obtenida», declaró en 1932 (13). Poco después le demostrarían su error: su teoría es el fundamento de la bomba atómica, muy a pesar de su ardiente pacifismo. Las baterías de los coches tampoco podrían encenderse sin recurrir al principio de la Relatividad Especial, pues la química clásica no es capaz de explicar por qué el plomo y el dióxido de plomo son tan electropositivos y electronegativos. Paradojalmente, Einstein nunca aprendió a conducir y sus postales montando bicicletas son ya un clásico de la ciencia con estilo (14).
Estos hábitos encajan a la perfección con su aura de genio de aire distraído y pelo descuidado al punto de parecer león con electroshock. Olvidaba las llaves con tal frecuencia que a su ama de llaves no le quedaba más que bromear al respecto. Se dice que rara vez se cambiaba de ropa para no perder tiempo buscándola y que, cansado de explicarle la relatividad a medio mundo, llevaba tarjetitas impresas con un resumen. Se cuenta que una noche su esposa le pidió que se cambiara de ropa para asistir a una celebración. El físico subió a su habitación y, en su distracción, al verse desnudo, se puso su pijama y se acostó a dormir. Alguna vez comentó que su segunda mejor idea tras la relatividad fue la de añadir un huevo a la sopa en proceso de cocción para hervirlo sin necesidad de lavar una olla adicional.
En sus últimos años, con su hallazgo dramáticamente empleado en Hiroshima y Nagasaki, Einstein estaba convertido en una celebridad y su rostro en la encarnación del genio por antonomasia. Hasta los ojos de Yoda están basados en los suyos por su «humanidad universalmente reconocida» (15, 16, 17). En 1952, Abba Eban le propuso presentarse como candidato a la presidencia de Israel. Einstein declinó, argumentando no tener «ni la habilidad natural ni la experiencia para tratar con seres humanos». Cobraba US$1 por autógrafo y US$5 por autografiar recuerdos. Todo el dinero iba a caridad.
Falleció la madrugada del 18 de abril de 1955 en el Princeton Hospital. Lamentablemente, se ignoran sus últimas palabras, pues la enfermera que lo atendía no hablaba un carajo de alemán (18). Estudiaron su cerebro, esperando identificar alguna hipertrofia o anomalía. No sólo no había tal cosa: el órgano pesaba 1.230 gramos, en contraste con los 1.400 del hombre adulto común (19).
Nunca tuvo tanto que agradecer la ciencia a esta idea de que lo bueno viene en frasco chico.
Nota: tras su muerte en 1955, el cerebro de Einsten fue extraído y conservado por el patólogo Thomas Harvey, asunto que sólo se hizo público en 1978.

Referencias

1.
G H Keswani. "Origin and Concept of Relativity". Ed. Alekh Prakashan, 1965. Pág. 365 http://books.google.hu/books?id=_wKbOfv3bpQC&pg=PA365
2.
James Shipman, Jerry Wilson, Charles Higgins. "An Introduction to Physical Science". Ed. Cengage Learning, 2012. ISBN: 9781133104094. Pág. 233 http://books.google.rs/books?id=dxoM93eNPVEC&pg=PA233
3.
Bryson, Bill. "A Short Story of Nearly Everything". Ed. Black Swan, 2004. ISBN 0552997048. Pág. 159
4.
Walter Isaacson. "Einstein: His Life and Universe". Ed. Simon and Schuster, 2008. ISBN: 9781847395894 http://bit.ly/2p4vbLV
5.
G H Keswani. "Origin and Concept of Relativity". Ed. Alekh Prakashan, 1965. Pág. 365 http://books.google.hu/books?id=_wKbOfv3bpQC&pg=PA365
6.
Stephen Harlan Norwood, Eunice G. Pollack. "Encyclopedia of American Jewish history". Volumen 1. Ed. ABC-CLIO, 2008 ISBN 9781851096381 http://books.google.com/books?id=nUDbttcSl08C&pg=PA743
7.
Bryson, Bill. "A Short Story of Nearly Everything". Ed. Black Swan, 2004. ISBN 0552997048. Pág. 159
8.
Ibid, pág. 159
9.
La bola de tenis tiene una masa de aproximadamente 58 gramos, y la masa final está dada por m = m0/((1 - v2/c2))1/2, donde «c» es la velocidad de la luz, m0 la masa inicial y «v» la velocidad.
10.
Ask Us. Sun. National Aeronautics and Space Administration (NASA) http://helios.gsfc.nasa.gov/qa_sun.html#sunenergymass
11.
Jean Eisenstaedt. "The Curious History of Relativity: How Einstein's Theory of Gravity was Lost and Found Again". Ed. Princeton University Press, 2006. ISBN: 9780691118659. Pág. 2 http://books.google.rs/books?id=d2bnXTOtCD8C&pg=PA2
12.
Bryson, Bill. "A Short Story of Nearly Everything". Ed. Black Swan, 2004. ISBN 0552997048. Pág. 163-164
13.
Lev Grossman. "Forecasting: FORWARD THINKING". Time, 11 de octubre de 2004 http://www.time.com/time/magazine/article/0,9171,995377,00.html
14.
"A spark of genius". The Economist, 13 de enero de 2011 http://www.economist.com/node/17899724
15.
1- Glen Scott Allen. "Master mechanics & wicked wizards: images of the American scientist as hero". Ed. Univ of Massachusetts Press, 2009 ISBN 9781558497030 Pág. 276 http://books.google.com/books?id=ed_9MmUbp1IC&pg=PA276
16.
2- Frederik Pohl. "Science fiction, studies in film". Pág. 114 Ed. Ace Books, 1981
17.
3- "100 things we didn't know this time last year" BBC, 31 de diciembre de 2004 http://news.bbc.co.uk/2/hi/uk_news/magazine/4134329.stm
18.
Walter Isaacson. "Einstein: His Life and Universe". Ed. Simon and Schuster, 2007. ISBN: 9781416539322. Págs. 542-543 http://books.google.cl/books?id=cdxWNE7NY6QC&pg=PA542
19.
John J. Miletich, Tia Laura Lindstrom. "An Introduction to the Work of a Medical Examiner: From Death Scene to Autopsy Suite". Ed. ABC-CLIO, 2010. ISBN: 9780275995089. Pág. 102 https://books.google.cl/books?id=_l_9peGFRz0C&pg=PA102